“Tánger” es un claro exponente de cómo se hacen las cosas demasiado a menudo en el cine español. Una personalidad del mundo del cine, véase Juan Madrid (autor deDías Contados, argumentista de prestigio y consultor de guiones) por fin se lanza a hacer su primera película y lleva una de sus novelas a la gran pantalla. Como esto es España, y aquí creemos en el cine de autor, se le busca dinero público, y se le da rienda suelta a su genio creador.
Es más, el carácter cuasi-legendario del personaje, permite reclutar un envidiable surtido de actores (Pablo Puyol de “Un paso adelante”, Julián González de “Compañeros”y “Farmacia de Guardia”), personajes públicos (Ramoncin e Inma del Moral) y profesionales de reconocido prestigio (Jorge Perrugoría, Fele Martínez y Antonio Resines). El resultado, un tostón de película. ¿Por qué? ¿Qué ha fallado? ¿Por qué si Juan Madrid ha tenido siempre buenas ideas no ha podido hacer una buena película con semejante plantel?
El director-guionista acredita una vez más su atracción hacia todo lo sórdido que se esconde en la barriga de España: prostitutas, pateras, neonazis, policías corruptos y sólo tangencialmente (menos mal) la droga. Tanta variedad es todo un reto tanto para el espectador como para el guionista. Lo que echa para atrás de la película, sin embargo, no es la acción, ni la imagen. Lo que vuelve todo demencial, artificial y afectado, antes que una trama retorcida, son sus sonidos: los diálogos de Juan Madrid, uno de los alicientes de sus novelas, en la gran pantalla tienden al tedio y a la horterada. Por cada frase ocurrente que tiene, añade tres superfluas o forzadas que lo desquician todo.
Respecto a la música, en "Tánger" se logra el paradigma de lo que no tiene que hacerse. Un subrayado de todas las emociones que el director teme que no han quedado suficientemente claras. Con todo, lo que más clama al cielo es el doblaje del cubano Jorge Perrugoría (¿por qué diablos se le dobla con voz de español si su personaje es un marroquí recién llegado de Tánger?).
Todos los problemas hubieran sido evidentes para un director que no hubiera sido a la vez el guionista. Con un poco de narices hubiera mandado a Juan Madrid a rescribir hasta que las cosas estuvieran en su sitio. Incluso conservando la figura del escritor/director, si Isidro F. Requena, el productor ejecutivo, a la vista de tanta frase y escena vacía, hubiera mandado el texto a pulir a un segundo guionista, podríamos hasta haber salvado los muebles. Pero claro, estas cosas entre amigos no se hacen, y menos, si el amigo es una leyenda. Lo de la división del trabajo que se lo queden los del otro lado del Atlántico, los que se dedican al cine comercial. Curiosamente son los mismos que inventaron la coña del “thriller”, y hasta la fecha, muy pocos de por aquí han conseguido imitarles con éxito.