En general prevalece la sensación de estar ante un producto potente y original.
Tres años después de la revelación que supuso AzulOscuroCasiNegro –cosechando tres Premios Goya y muchos otros galardones–, llega el momento de la reválida para Daniel Sánchez Arévalo, que con su segunda película debería ir abandonando el cajón de “gran esperanza blanca” para establecerse en el de “realizador de calidad”.
Gordos es una de esas producciones dignas de ser estampadas con fuerza en la cara de esos molestos vocingleros que se pasan el día quejándose de que el cine español únicamente cuenta historias de la Guerra Civil, y también contra quienes ven el –para ellos– excesivo dinero de las arcas públicas que se dedica a subvenciones para el séptimo arte, pero no la enorme cantidad de puestos de trabajo que genera cada uno de los estrenos que logran abrirse paso hasta las salas de exhibición.
La segunda película de Sánchez Arévalo es una comedia dramática protagonizada de forma coral por varios personajes que asisten a una terapia para perder peso. A lo largo de las dos horas de metraje asistiremos a las historias que subyacen detrás de cada uno de ellos, sumergiéndonos en un complejo análisis de diferentes tipos de gordura y de las razones que les han llevado hasta allí. Además, seremos testigos de cómo van evolucionando tras su paso por la consulta del especialista (sin olvidar al propio terapeuta, que también tiene miga).
Los cimientos de Gordos son firmes, y se fundamentan en un sólido y trabajado guión que surge de la pluma del propio director, en la excelente dirección de actores –el nivel medio de las interpretaciones es más que elogiable– y en una realización que coquetea sin miedo con todo tipo de recursos, ofreciendo innumerables alicientes para que un espectador mínimamente atento le saque mucho más jugo al argumento.
Derivados del punto anterior cabría también destacar el buen oído de Sánchez Arévalo para los diálogos (suenan siempre naturales, por muy disparatado que sea el contexto), así como el retrato que se hace de los personajes que se van entrecruzando en este tapiz sobre los excesos con la comida. Todo ello sin perder de vista el tono general de comedia con el que, huelga decirlo, esperemos que se logre atraer a bastante público.
En el punto de las interpretaciones, señalar que repiten tres de los actores de AzulOscuroCasiNegro. Entre ellos están Raúl Arévalo (que se mantiene en la sombra y pasa algo desapercibido) y un Antonio de la Torre que en ciertos momentos resulta empalagoso en su amaneramiento, pero que deja entrever su talento en varios arranques de rabia repentina.
Tal vez hacia la conclusión se roce el agotamiento de alguna de las historias, y cuesta aceptar la resolución excesivamente tierna de otras, pero en general prevalece la sensación de estar ante un producto potente y original, una muestra de costumbrismo tragicómico donde se reflexiona ágilmente sobre los excesos y las carencias de la vida.