Spike Jonze adapta un clásico de la literatura infantil estadounidense de Maurice Sendak, un cuento de mínimo texto y bellas ilustraciones que el realizador ha convertido en un relato oscuro y bizarro sobre los temores más básicos de la infancia. Todo un desafío que se ha saldado con un éxito inesperado en los puestos más altos de la taquilla de Estados Unidos.
Spike Jonze había acariciado durante años la idea de llevar a la gran pantalla uno de los libros que habían marcado su infancia. No en vano, Donde viven los monstruos (una traducción poco afortunada de su título original Where the wild things are) ha sido durante cuatro décadas uno de los libros más queridos por los niños estadounidenses. Mientras Jonze dirigía sus otros proyectos, nunca dejó de plantearse la posibilidad de hacer realidad su sueño. El interrogante era cómo trasladar al celuloide un universo literario que encierra apenas nueve frases, y que basa su grandeza en la imaginación que éstas despiertan así como en las ilustraciones que las acompañan.
Donde viven los monstruos cuenta la odisea de Max, un niño travieso y sensible que, a raíz de una discusión con su madre, despliega toda su imaginación y decide escaparse de su habitación. Se adentrará en un extraño bosque que le llevará a un océano. Lo cruzará a bordo de un velero para finalmente llegar hasta una isla y allí se encontrará con unas criaturas entrañables que le coronaran rey. Pero Max se dará cuenta de la dificultad de las relaciones con los demás y se percatará de que no es feliz hacerlo en su nueva vida. Por ello, finalmente, decidirá volver a su hogar. Todo ello a través de una ensoñación que le habrá demostrado el valor de muchas cosas que él creía perdidas.
“Mi madre me lo leyó cuando tenía cuatro o cinco años; no recuerdo exactamente donde estábamos pero sí claramente los dibujos y su voz cuando me leía aquellas palabras” recuerda el director. Jonze cumplió parte de su sueño conociendo hace una década al autor de su temprano mito literario, Maurice Sendak. Ambos estudiaron la posibilidad de llevar a cabo juntos un proyecto de adaptación que finalmente nunca llegó a realizarse. Lo curioso es que fue el propio autor quien le sugirió a Jonze que debía plantearse llevar al cine su obra. “Maurice sabía que yo adoro 'Donde viven los monstruos' y me propuso trabajar en ello. Pero yo siempre pasaba porque no sabía qué podía aportarle. Me parecía que el relato ya era perfecto” afirma el director.
Pero hace cinco años, Jonze pareció dar con la clave de la que sería su tercera película y un sueño hecho realidad. No quiso añadir nada, ni tan siquiera pretendió modificar la historia para que alcanzara un metraje generoso, propio de un largometraje producido por la maquinaria hollywoodiense. Sólo quiso descubrir quien era Max en realidad y quienes eran esas criaturas salvajes. “Para mí, son las emociones” declara. Su epifanía dio pie a que empezara a escribir los personajes. Jonze siguió el consejo de Sendak, quien le había insistido en que interpretara su obra cómo él la sintiera. Y así lo hizo. Desarrolló unos monstruos que son la metáfora perfecta de todo el espectro de emociones que un niño pequeño puede experimentar durante su proceso de socialización con el mundo que le rodea. A partir de esta premisa, las posibilidades que le ofrecía su solución narrativa eran infinitas.
Para Jonze, era imprescindible poder consultar a Sendak durante todo el proceso creativo. Además, se alió con su amigo y escritor Dave Eggers para la construcción del que tenia que ser el guión que desplegara aquellas nueve canónicas frases. Ambos, se encerraron en un apartamento en San Francisco durante nueve meses para ajustarse sutilmente a las palabras de Sendak. Escribieron intuitivamente lo que pensaban que escondían los personajes del relato original. Esa intuición, precisamente, es la que refleja el espíritu de un infante a través del microcosmos imaginario que erige.