Película honesta y dura, de las que no dejan huella. Wonderland recoge elementos muy manidos en el cine americano para trenzar una obra contundente, de personajes enteros, y durante su visionado, conmovedora. El director James Cox, como si de un avezado veterano se tratara (es su cuarta película tras la universidad), no hace ninguna concesión al sentimentalismo y a la recreación de la decadencia de su personaje principal, John Holmes (Val Kilmer, ex Jim Morrison), una leyenda del porno retirada. Cox deja atrás los tópicos para ir iluminando secuencia a secuencia las relaciones sentimentales de Holmes y sus mezquinos trapicheos. Nos encontramos ante un guión (del propio Cox, Captain Mauzner, Todd Samovitz, y D. Loriston Scott) que ha sabido sortear numerosas dificultades y un montaje (Jeff McEvoy) ágil y fresco.
La historia, la investigación de un brutal asesinato múltiple que realmente tuvo lugar en el Hollywood de 1981, se va desvelando a través de los flashback de los protagonistas. Las pesquisas las llevan a cabo un par de policías serios y profesionales que, al igual que la porno estrella protagonista, no acaparan en pantalla un segundo más del tiempo que les corresponde. Los hechos narrados son los suficientemente poderosos como para no tener que recurrir a esta clase de humo. Deliciosa Kate Bosworth y sorprendente aparición de Lisa Kudrow (“Friends”), quizá la menos convincente no por su trabajo sino por su encasillamiento. La pobre chica destila comedia por los cuatro costados.
Una película puede merecer todas estas alabanzas y sin embargo guardarse fácilmente en el cajón al llegar a casa. A pesar del oficio de Cox, en el fondo la historia que maneja una vez rebobinada, con toda su monstruosidad, da la sensación de haberla visto antes. Sus personajes, salen de ella con las mismas taras que han entrado. Su protagonista nos ha resultado antipático y cobarde y sólo en algún momento hemos estado cerca de él. El universo en el que se mueven, el Hollywood de la droga mayúscula, guarda cero relación con nuestras casas. Al espectador sólo le ha quedado refugiarse en las dos mujeres protagonistas, Dawn Schiller primero y luego Sharon Holmes, para atravesar tan desangelado bosque de almas.