A pesar de ser el treinta aniversario desde la primera aparición en un cómic del Castigador, uno no entiende muy bien porque se han decidido a estas alturas a hacer una segunda versión cinematográfica del personaje. The Punisher demuestra que Hollywood (en concreto Avi Arad, Presidente y consejero de Marvel Studios) está totalmente decidido a regalarnos al menos la adaptación de un cómic por año, sin dejar títere con cabeza. Con lo mal que estaba visto leer cómics de superhéroes cuando era pequeño, y ahora resulta que sin ellos no habría cine.
Frank Castle tuvo su primer aparición en la serie de Spiderman en 1974 como villano con vocación de justiciero, y a partir de ahí aparció esporádicamente en otras series, cada vez más bueno que malo. Con el recrudecimiento de las tramas y temáticas de los cómics de superhéroes de los 80, y el consecuente boom de las ventas, se decidió dar a The Punisher una oportunidad en solitario en 1986 con una miniserie. El cómic fue un superventas gracias a cierta originalidad en la trama, un monólogo interior del personaje principal de perdonavidas absoluto, y un héroe ultraviolento al borde de la locura. Al año siguiente El Castigador se ganó su propia colección, a la que pronto se sumarían otras dos. En 1989 el personaje protagonizó su primera película con Dolph Lundgren (Rocky IV) en la piel de Frak Castle, una experiencia que no pasó de telefilme.
La nueva versión, con Thomas Jane (La cosa más dulce, El cazador de sueños, Deep blue sea) de Castigador, apuesta de lleno por la fórmula convencional y para ser justos, el rigor. El inicio y el final de la película son los que nos sabemos de antemano, y su trascurso sobrio y predecible. Su mayor mérito es la decencia del diálogo y unos personajes verosímiles, factores sin duda decisivos (aparte del dinero) para que John Travolta haya aceptado un papel (antagonista) en la película. Su mayor defecto, una historia sin sobresaltos y casi siempre dentro de lo políticamente correcto. Con toda su desesperación, Frank Castle es aquí un tipo que no mata gratis, fundamentalmente duro por lo cachas que está, y con la calavera pintada en el pecho como mayor manifestación de su locura (hasta esto tiene un rigurosa explicación). Tampoco uno puede salir enfadado del cine porque sabía lo que esperaba y de alguna forma se lo han dado mejor empaquetado que en otras ocasiones. Obviamente, en los últimos diez minutos el director Jonathan Hensleigh, especialista en superproducciones como guionista (La Roca, Armageddon) o como segundo guionista y productor (Jungla de Cristal: La Venganza de Hensleigh, Con Air, Sesenta Segundos) no ha podido evitar incluir el par de brindis al sol de costumbre.
Mucho me temo que este Castigador, sin monólogo interior, desparpajo matando, y originalidad en la trama, habrá decepcionado a los fans del cómic. Supongo que tampoco importa mucho, porque a estas altura quedarán muy pocos. En 1995 los lectores americanos ya se habían saturado de la fórmula del héroe pistolero impredecible y las tres colecciones de The Punisher cerraron. Por aquel entonces, la violencia gratuita había dejado de impresionar al lector medio. Imagínense ahora.