No cabe duda de que, independientemente de si consideramos la pornografía un género aburrido y un caldo de cultivo poco propicio para logros artísticos de verdadera valía (debate arduo y a estas alturas, fatigoso), su entorno, sus personajes y sus abalorios constituyen una materia prima formidable para el cine convencional. Para probarlo, no hay más que recordar el éxito de “Boogie Nights”, que desató el genio hoy intachable de Paul Thomas Anderson, o el reciente estreno de “Wonderland”, sobre la vida del mítico John C. Holmes, así como una estimable cantidad de películas que, en las últimas décadas, han introducido la sicalipsis en las retinas del espectador pudoroso. Abramos, por tanto, ojos y piernas, para introducirnos en este pequeño repaso al cine sobre porno, en el que no hablaremos de moral, ni de explotación, ni de calentura, sino únicamente de buenas o malas películas.
En los años setenta, la pornografía comenzó como una extravagancia apta para los paladares de las clases acomodadas (siempre dispuestos a nuevas experiencias dentro de los márgenes socialmente aceptados), pero sobre todo como una industria potencialmente suculenta. La legalización y el éxito en todo el mundo de “Garganta profunda” de Gerard Damiano- que incluso llevó a su protagonista, la malograda Linda Lovelace, a la portada del Times- convirtió el sueño de miles de astutos inversores en realidad, y se extendió por todo el mundo como sinónimo de progreso y libertad. Los festivales y las salas de arte y ensayo también colaboraron algo a propagar el virus, y prueba de ello es la película “Exhibition”, gélido documental en el que la actriz Claudine Beccarie narra sus experiencias vitales (ejerció la prostitución en tierras españolas) y sus inicios como felatriz de lujo en producciones para adultos. A esta época también corresponde otra de las películas más interesantes sobre el mundo X, “Inserts”, escalofriante melodrama sobre un director de cine que cae en el abismo de los cortos pornográficos, al mismo tiempo que sucumbe a un peligroso alcoholismo. La película, dirigida por el inclasificable John Byrum (reciente guionista de la incomprendida “A dúo”), mantuvo la clasificación X hasta los años 90 pese a contar en su reparto con estrellas de renombre como Richard Dreyfuss, Bob Hopkins o una excelente Jessica Harper.
También a estas fechas corresponde uno de los musicales más atípicos de la historia del cine: “The first nudie musical” (1976); tal como suena, el primer musical nudista. La historia arranca cuando un grupo de avispados mercaderes de la exploitation dan con una sensacional idea: unir la energía y el lirismo de “West side story” con el erotismo explícito de “Tras la puerta verde”. Título a reivindicar y de progresivo culto, la película contaba además con sensacionales canciones y unas interpretaciones frescas y divertidas, a cargo de un reparto presidido por unos deliciosos Cindy Williams, Stephen Nathan y Bruce Kimmel, también director.