Con la excusa de que la Navidad se adelanta más a sus fechas tradicionales a cada año que pasa, contamos ya en la cartelera desde la primera quincena de noviembre con una nueva versión de la historia de Charles Dickens que sin duda alguna en mayor número de ocasiones ha sido adaptada al séptimo arte.
Teniendo en cuenta la cantidad de lecturas que hasta la fecha se han hecho de Cuento de Navidad dentro del medio audiovisual –incluyendo su traslación al terreno animado con protagonistas de diverso tipo (Mickey Mouse, los Picapiedra, los Teleñecos...) o su reinterpretación en títulos como Los fantasmas atacan al jefe (Richard Donner, 1988)–, pocas vueltas de tuerca quedaban ya a las que someter de nuevo a la mentada novela, aunque al parecer se ha logrado encontrar un nicho creativo inédito para volver a poner de actualidad este clásico de la literatura.
Robert Zemeckis, que ya firmara recientemente Polar Express (2004) y Beowulf (2007), retoma la técnica de la captura de movimiento para ilustrar de forma espectacular una historia que intenta apabullar al espectador, y que también cuenta con su pertinente versión en 3D.
Lo mejor que se puede decir de este Cuento de Navidad es que despliega una buena cantidad de avanzados medios visuales que mantendrán entretenido al público. Los personajes animados adquieren un grado de realidad sorprendente, y la ambientación londinense está francamente conseguida, sobre todo en las tomas aéreas de la capital inglesa.
Sin embargo, surgen las dudas cuando nos preguntamos por la necesidad de contar con actores de renombre –por ahí andan Jim Carrey, Colin Firth o Gary Oldman, nada menos– para servir de base y prestar sus voces (en la versión original, claro) a algunos de los protagonistas. Porque ¿realmente hacía falta contar con ellos, si después acaban sepultados bajo toneladas de infografía?
Todo apunta a que Robert Zemeckis, que inaugura con ésta una serie de colaboraciones con Disney, está empeñado en pasar a la posteridad como uno de los grandes del cine de animación. Es por ello que se está entregando con tanto ahínco al campo de la captura de movimiento, aunque de momento sus películas inscritas en ese terreno adolezcan de una preocupante falta de emoción. Cuesta horrores sentir la más mínima empatía por unos personajes que se nos antojan tan artificiales como son los de la cinta que aquí nos ocupa, situados a mitad de camino entre lo real y lo generado por ordenador, pero sin llegar a ser nunca ni lo uno ni lo otro.
Este Cuento de Navidad resultará demasiado tétrico para los espectadores más pequeños y excesivamente aburrido –por trillado– para los más mayores. Además, los toques de humor que se injertan en algunos pasajes no encajan muy bien con la atmósfera predominante hasta entonces. Al final, queda la sensación de haber asistido a un vaivén de golpes de efecto visuales por parte de Zemeckis, un mero ejercicio de estilo (que, eso sí, ha costado la friolera de 200 millones de dólares) con la excusa de apoyarse en una de las fábulas navideñas por excelencia.