Se nos ofrecen casi dos largas horas de gestas aéreas diversas y de idas y venidas amorosas, pero de un modo bastante frío.
Amelia Earhart es uno de los más legendarios iconos norteamericanos. La piloto, que desapareció mientras sobrevolaba el océano Pacífico en 1937 –durante un intento de viajar alrededor del mundo– supone todo un símbolo para las feministas, por lo que representa una mujer que quiso destacar dentro de un entorno como el de la aviación, no demasiado reservado para las de su género (o al menos no en la primera mitad del siglo pasado). Fue tal su empeño que terminó logrando los suficientes objetivos como para alcanzar la fama y convertirse en mito.
La india Mira Nair (La boda del monzón, La feria de las vanidades) se pone detrás de las cámaras para dirigir a una Hilary Swank que vuelve a atravesar una racha mediocre dentro de su carrera, tras aquellos dos hitos interpretativos que fueron sus papeles protagonistas en Boys don’t cry (Kimberly Peirce, 1999) y Million dollar baby (Clint Eastwood, 2004). Acompañan a la actriz nombres como Richard Gere o Ewan McGregor, intereses románticos de Earhart.
Con todo esto, Amelia se limita a ser una correcta ilustración de la vida de la célebre aviadora, inscribiéndose dentro de la tradición de las películas biográficas más inanes. Hay que agradecer que se haya cuidado la reconstrucción de la época en que transcurren los hechos, así como la clara intención que tiene la cinta de volver a contarnos las hazañas de una mujer de marcada personalidad, que se propuso romper un límite detrás de otro, sirviendo de faro para las que vinieran detrás de ella.
Sin embargo, la película va pasando precipitadamente y apenas de puntillas por diversos momentos en la vida de Earhart, despojándolos de cualquier posible épica que hubiera logrado una mayor implicación por parte del espectador. Se nos ofrecen casi dos largas horas de gestas aéreas diversas y de idas y venidas amorosas, pero de un modo bastante frío, y salpicadas por unos diálogos tan repletos de lugares comunes que invitan a la risa.
Amelia adolece de falta de espontaneidad, regodeándose en sus propios clichés y en su insipidez. Todo nos suena a cartón piedra, y su elaboración nos suena a intento descarado de querer lograr varias nominaciones a unos Oscars de hace quince años, tirando de un guión pobre y de unos protagonistas que no consiguen la química adecuada entre ellos. En definitiva: un filme hueco, sin alma y sin garra. Tal vez la página de la Wikipedia sobre la aviadora sea más impersonal, pero desde luego nos roba menos tiempo útil de nuestra vida.