Relato eficaz que bascula entre la concienciación social y la comedia de costumbres.
Hacía varios años que Eric Cantona venía dándole la murga al cineasta Ken Loach acerca de hacer una película inspirada en él, en el fútbol, o que tuviese esta excusa como argumento. Cantona ha sido una de las estrellas futbolísticas más reconocibles y polémicas. Sus hazañas dentro del campo se complementaban con un ego desmesurado y cierto aire de caballero andante de otro tiempo. La afición aún lo recuerda como Eric, el Rey. A pesar de su origen francés (y madre española de ancestros gitanos) se convirtió en la referencia del Manchester United, un club que consiguió salir de un letargo de décadas para situarse entre los primeros equipos de la élite mundial.
Es evidente el primer desapego de Loach ante la idea del futbolista. Su cine ya se puede considerar una marca en si misma: la del compromiso y denuncia social. Sus personajes habituales (clase obrera desamparada y damnificada por las políticas macroeconómicas de los gobiernos tecnócratas) no encajaban para nada con la personalidad arrogante que el futbolista desprendía, ni con el estatus social alcanzado por éste. Sin embargo, barajando ideas con su guionista habitual, Paul Laverty, parecieron encontrar un hueco para el ex-jugador.
Laverty ha sido el guionista de Loach en las ocho últimas ocasiones. Reside desde hace años en España (de hecho, es pareja de la también cineasta Icíar Bollaín), lo que no le impide tomar el pulso con acierto a la sociedad británica. Laverty y Loach querían abordar el problema de cierto sector de la juventud urbana afectados por la posesión de armas y la preocupación parental anexa. Y en esta estructura fue donde encontraron cómo encajar a la estrella, al transformarlo en una especie de visión ilusoria que permite a su homónimo, el cartero Eric, encauzar alguno de sus problemas, de modo similar a lo que hacía Woody Allen en la mítica Sueños de seductor (Herbert Ross, 1972) con Humphrey Bogart.
Cantona no es nuevo en estas lides. Ya ha participado como actor en La fortuna de vivir (Jean Becker, 1999) y La alegría está en el campo (Étienne Chatiliez, 1995). Aunque es evidente que no tiene, por ahora, grandes dotes interpretativas, su imponente voz y físico lo hacen una estimable presencia en cualquier cinta. También el futbolista participa en el proyecto como productor ejecutivo, lo que sin duda da cuenta de su estimable esfuerzo por sacar su idea adelante, como le sucedía en su época deportiva.
Buscando a Eric no desentona en la filmografía de Loach. Se trata de un nueva muesca en su revólver, una nueva denuncia en tono realista utilizando actores desconocidos y escenarios naturales. El resultado es el mismo al que nos tiene acostumbrados en sus últimos trabajos: un relato eficaz que bascula entre la concienciación social y la comedia de costumbres. Los aficionados al fútbol verán enriquecido su visionado por la inclusión de alguna de las jugadas que hicieron célebre a Cantona, así como alguna de sus salidas de tono y filosofía de andar por casa. Por lo demás, el film repite la estructura de uno de sus trabajos más reconocido, Lloviendo piedras (1993) y está lejos del que probablemente haya sido su mejor logro, Tierra y libertad (1995).