Contentará a los más pequeños de la casa, pero es probable que otro tipo de espectadores eche en falta una mirada algo más irónica.
En los últimos meses están coincidiendo en cartelera varias películas que han obligado a la crítica más perezosa a recurrir, para referirse a ellas, a una sentencia del calibre de “no parece española”. Dejemos que sean los académicos de la lengua quienes decidan si cintas como Infectados o Celda 211 deberían sentirse halagadas o molestas por la afirmación, y dediquemos unas líneas al siguiente estreno que se sitúa en dichas coordenadas, tan vagamente definidas hasta ahora.
Tras Planet 51 hay una serie de datos que, indudablemente, se han publicitado hasta la saciedad para intentar atraer el máximo de atención. Se trata del film más caro del cine español (55 millones de euros ha costado, a los que hay que añadir todos los gastos de promoción). Asimismo, ha sido elaborado en estrecha colaboración con el mercado americano, contando con Joe Stillman –guionista de Shrek– para darle mayor credibilidad de cara a su estreno internacional, uno de los de mayor repercusión dentro de la cinematografía patria.
Aparte de estas consideraciones, dando vida a este título tenemos a Ilion Studios, que debutan sin complejos en un terreno donde la partida parece ganada de antemano por “grandes” de la animación como Pixar o Dreamworks. Sin embargo, en esta ocasión el pabellón se mantiene muy alto, y la cinta apenas tiene que envidiar a los productos de este último estudio mencionado y otros similares (los de Pixar ya hace años que juegan en una categoría aparte).
El argumento también pretende combatir a los norteamericanos en su propio terreno, situándonos en el reverso de E.T., el extraterrestre (Steven Spielberg, 1982), al presentarnos a un astronauta estadounidense que aterriza en un planeta lleno de criaturas que viven una plácida existencia, en un entorno similar al de la América de la década de los 50 del siglo pasado. La llegada del humano –que para ellos supone, lógicamente, una presencia alienígena– creará un trastorno a escala planetaria en el mundo que da título al estreno que aquí nos ocupa.
Hay que alabar el cariño por la ciencia ficción que demuestran los responsables de Planet 51, plasmado en múltiples referencias y homenajes a clásicos cinematográficos de diverso tipo como la mencionada E.T. y Alien –o a incunables de dicho género pergeñados en la época de la Guerra Fría–, pero también a novelistas como Stanislaw Lem (cuyo apellido bautiza al protagonista). También se agradece el dinamismo y el buen ritmo general que acompaña a la trama, así como los toques de humor que representan las mascotas de diverso talante que desfilan por el metraje (sin olvidar una hilarante referencia a la popular –también en EE.UU., no lo olvidemos– canción Macarena).
En el lado opuesto, y pese a hallarnos ante una propuesta relativamente entretenida que contentará a los más pequeños de la casa, es probable que otro tipo de espectadores eche en falta una mirada más irónica sobre los hechos narrados, ya que a los pocos minutos de su arranque somos conscientes de que se está navegando por terrenos harto convencionales, y cuesta abstraerse de que se avanza a golpe de tópicos y de clichés mil veces vistos ya. Con todo, hay que quedarse con el más que prometedor debut de Ilion Studios.