A medio camino entre el drama romántico y la película de atracos, se presenta el último filme de Fernando Trueba El baile de la victoria, en la que se adapta la novela homónima del autor de la exitosa El cartero y Pablo Neruda de Antonio Skármeta.
El cineasta no había vuelto al terreno de la ficción desde el descalabro que supuso El embrujo de Shanghai, libre adaptación de la obra de Juan Marsé con ínfulas de producción redonda que no funcionó como se esperaba. Ahora, en su última película, el resultado sigue los mismos derroteros. El motivo parece sencillo, y es que el afán por resolver todas las temáticas que la novela propone suele acarrear un resultado desigual.
En casi dos horas de metraje, se nos cuenta la historia de dos ladrones absueltos por el gobierno chileno. Ambos entrelazarán sus vidas buscando la redención en dos mujeres. El más veterano, un reconocido atracador (el siempre resuelto Ricardo Darín) intentará encontrar en su mujer (Ariadna Gil) un pasado perdido, mientras que el joven Angel (Abel Ayala) buscará su presente(un futuro es pedir demasiado) cuidando de Victoria, una bailarina de pocas palabras que se cruzará en su camino.
De cuidada puesta en escena y esmerada elección interpretativa, estaban todos los ingredientes para convertir ésta en una producción intensa y conmovedora, sin embargo el abandono progresivo de los diferentes hilos argumentales acaba por empobrecer la vitalidad del drama.
De buen grado podríamos haber disfrutado del gran actor Ricardo Darín sino fuera porque su personaje y el entorno que le rodea pierde fuelle, adoptando con ello un papel secundario que no merecía. Afortunadamente el joven actor Abel Ayala recoge el testigo con un personaje con el que el espectador empatiza desde el primer momento, erigiéndose como lo mejor de esta cinta seleccionada para representarnos en la carrera hacia los Oscar.
Con todos estos elementos, sí aporta escenas de una belleza visual irrefutable - el baile de la joven bailarina en un escenario vacio- solo que esto no basta para llevar a buen puerto una cinta de sobradas pretensiones y lastrada por una narración distante y poco dada a generar emotividad con unos personajes que van perdiendo el brillo conforme avanza la trama. En ocasiones resulta forzada y en otras el tono romántico peca de excesivo, dejando destellos de buen oficio del casi siempre lúcido Trueba.