Cuántas veces nos hemos dichos a nosotros mismos “jamás cambiaré por una mujer" (o, según el caso, por un hombre). Si no, seguro que se lo hemos escuchado en algún amigo. Y cuántas otras hemos comprobado que del dicho al hecho hay un trecho. Normalmente, al final de la historia, el afectado dice algo así como “no valió la pena” o “cuanto la quería”...
El filme en cuestión, vive de esa idea. Adam (Paul Rudd) está a punto de salir de su trabajo en el museo cuando ve a Evelyn (Rachel Weisz) saltándose una de las cuerdas rojas que protegen una gran escultura. Tras una conversación en que intenta aparentar inteligencia, acaban quedando para cenar. A partir de ahí surgirá una intensa relación, en que progresivamente se irá haciendo notar la influencia de ella en la vida de él. Un cambio físico y emocional que desagradará a sus amigos.
De esta manera, el experimentado director Neil Labute (En compañía de Hombres, Amigos y Vecinos, Persiguiendo a Betty) nos embarca en una historia llena de pasiones, mentiras y arte. Para eso utiliza unos personajes de personalidad estereotipada (y bastante bien interpretada) remarcando una serie de perfiles que definen y encuadran a las personas que rozan la trentena.
Con todo esto se intenta -y en ocasiones se logra-, captar la atención del espectador con algo mas que puro entretenimiento. Se prueba profundizar en el amor, la relación entre la diferencia y la homogeneidad, y la belleza y seducción como arte. Pero en cambio, todo esto se combina con unos diálogos bastante limitados, en que queda la duda de si las conversaciones carecen de inteligencia y los argumentos de base por una deficiencia del guionista, o como crítica a una juventud mas preocupada en su pelo, ropa o kilos de más, que en una mayor capacidad de expresión.
Es probable que las pretensiones sean demasiado altas para el resultado final, un desenlace previsible al que hemos llegado por conversaciones cuestionables. Como explica la coprotagonista -y productora- que encarna la todopoderosa mujer artífice del cambio de su pareja "uno se siente como si estuviera ante un episodio de Friends, sentado cómodamente con sus palomitas, y entonces, es como si te arrebataran el asiento", y esa misma mezcla no se lleva con total naturalidad. En todo caso, a Neil se le pueden achacar muchas cosas. Pero el intento no ha sido malo.