Uno de los mejores thrillers estrenados en el año que ahora termina, tan sólido en lo tocante a su reparto y realización como agudo en las implicaciones de lo que nos cuenta.
¿El atraco a un furgón blindado? ¿Cometido por los vigilantes a cargo de su custodia? ¿Y con la oposición de un pobre diablo tan necesitado del dinero como los demás implicados pero presa de invencibles escrúpulos? Hemos visto estos elementos dramáticos, juntos o por separado, en docenas de film noirs: El abrazo de la muerte (Robert Siodmak, 1949). Atraco al furgón blindado (Richard Fleischer, 1950). Asalto al furgón blindado (Bruce Beresford, 1978). Underneath: Bajos Fondos (Steven Soderbergh, 1995). Heat (Michael Mann, 1995)…
No hay en ello nada reprochable. Hablamos de cine de género y de serie B. Cine manufacturado industrialmente que, cuando sabe trascender mecánicas heredadas y recursos ingenuos, enriquece nuestro disfrute con una suerte de educación sentimental sobre la realidad. Una realidad tan diferente en apariencia y tan similar en el fondo para generaciones sucesivas, como las películas que a lo largo de los años van ejerciendo en ella como notas al pie desde los cines de barrio, los videoclubs modestos y las redes de intercambio.
Claro que lo real, y con ello el cine verdaderamente popular, está en franca decadencia frente a los hechizos del espectáculo digital y la retórica del post-cine; extremos cinéfilos que se tocan en su desinterés compartido por las inquietudes morales y emocionales del espectador. Todo son quejas a propósito del estreno comercial negado a la imprescindible mirada a su ombligo creativo por parte de algún director malayo educado en Francia. Pero pocos se han percatado de que la muerte del cine como fenómeno cultural ligado a la esfera pública, generador por tanto de sinergias y lecturas enriquecedoras para todos, está más relacionada con las condiciones decadentes en que, desde hace un tiempo, se está estrenando el grueso del cine comercial.
Películas como Blindado son exhibidas, únicamente dobladas, en multisalas de extrarradio y durante periodos muy cortos, que apenas sirven a efectos publicitarios para su posterior y precaria distribución en DVD, y su remate a precio de saldo en horarios televisivos imposibles y como extras de suplementos dominicales. Al igual que sus destinatarios potenciales, espectadores quizás no tan sofisticados como los adeptos al 3-D estereoscópico o al flujo audiovisual, habitan una tierra de nadie literal y metafórica: salas vacías, estantes polvorientos, emisiones vespertinas, ofertas en grandes superficies.
Un desierto de lo real perfilado por este thriller tenso y lacónico con una agudeza demostrativa de que, aun dando sus últimos coletazos, el cine sin pretensiones declaradas todavía tiene mucho que decir… si queda alguien para escucharlo: Blindado se centra en seis hombres de baja extracción social para quienes el botín de cuarenta y dos millones de dólares con que pretenden hacerse, es su última oportunidad para escapar a un presente ya en ruinas que conforman hogares embargados, industrias cerradas y calles desoladas. No es casual que al principio del film se diga que los furgones protegidos por los protagonistas pasarán a tener en breve GPS; es decir, que devendrán invisibles bajo el mapa de lo hiperreal configurado por las nuevas tecnologías, haciendo también invisibles a quienes no puedan pagarse un billete a lo virtual.
Un panorama que el director de Blindado, el húngaro Nimród Antal, ya había esbozado en su anterior realización, Habitación sin salida; en ella, los brutales asesinatos cometidos en un hotel en mitad de ninguna parte eran desposeídos de su valor específico; funcionaban como materia prima para su difusión mediática. Sin embargo, los protagonistas de aquel film, un matrimonio en estado terminal, se resistían a dejar de luchar aunque fuese únicamente por dejar una huella intransferible de su estar en el mundo. Asimismo, el protagonista de Blindado se enfrentará hasta las últimas consecuencias a sus compañeros, como antes se había enfrentado a los insurgentes iraquíes; seguro que consciente de la inutilidad del esfuerzo, pero empeñado en habitar lo real. Al fin y al cabo, lo único a que puede aspirar sin traicionar su naturaleza. Lo mismo que hace Blindado. En todo ello late una ética extrañamente emotiva.