Si como aficionado al cine se pregunta qué puede hacer en estas fechas cuando la cartelera está asaltada por los títulos destinados al público infantil y los programadores de las cadenas televisivas ya tienen listo el habitual lote de cintas de Frank Capra, algún éxito de Disney o Pixar, alguna de las ciento y pico adaptaciones del celebérrimo cuento de Charles Dickens y, los más osados, algunos de los films que el imaginativo Tim Burton ha dedicado al tema... repito, si este catálogo ya sólo le provoca hastío (sin menospreciar su calidad) aquí va una lista alternativa de pelis para ver mientras se conjura la digestión del penúltimo mazapán navideño.
Y bien, ¿cuál será el criterio de esta víctima del celuloide para elaborar tan navideña lista? Contando con que en estas fechas todos parecemos tocados por una varita de felicidad que añade un plus de alegría a nuestras relaciones sociales, considero necesario aprovechar esa corriente de buenrrollismo para darle una oportunidad a la verdad. Sí, a la paupérrima, denostada y acorralada verdad. ¿Cómo? ¿Qué no encuentran la relación? Les recordaré que el adorado cuento dickensiano considerado por los incautos como un relato para niños empezaba con una terrible frase que ya auguraba ciertos presagios sobre su caracter combativo y esclarecedor: "Marley estaba muerto; eso para empezar."
Nada como convocar a la verdad en un cuento dedicado a estas fechas. Quizá sean las mejores para hacerlo, pues el posible rubor que nos provocará reconocernos en la avaricia, frialdad y afán oportunista que rige el mundo quedará consolado por la publicidad de los grandes almacenes, fielmente encargada de ponernos los mejores sentimientos a flor de piel.
Ahí va, si sois valientes:
Syriana (Stephen Gaghan, 2005): Probablemente una de las películas más aterradoras que se han hecho nunca. El efecto mariposa explicado en imágenes o cómo el cierre de una explotación de gas natural en Oriente Medio puede ser la causa indirecta para que se den atentados suicidas en otra parte del mundo.
Rompiendo las olas (Lars Von Trier, 1996): La tormenta sensual y sexual que sufre una joven disminuida psíquica tras el accidente de su marido o como el sexo, esa cosa tan intrínsecamente humana, puede hacer resucitar a un muerto.
Veredicto final (Sidney Lumet, 1982): Para seguir recordando a Paul Newman conviene revisar esta historia de un abogado adicto a la verdad que naufraga una vez más en su vida personal decepcionado por la vileza de la raza humana.
Vivir (Akira Kurosawa, 1952): La demostración de que los seres humanos damos lo mejor de nosotros mismos cuando estamos en situaciones límite o como un humilde funcionario aquejado de cáncer consigue un objetivo que antes le parecía imposible.
La misión (Roland Joffé, 1986): La devastadora constatación de que las buenas obras, si no van acompañadas por un beneficio económico o un acuerdo político previo que las respalde, no sirven absolutamente para nada.
In the loop (Armando Ianucci, 2009): Aún en cartel, muestra de un modo esclarecedor como unos ineptos políticos consiguen que se declare una guerra... porque sí. Abstenerse mentes sensibles y bienpensantes que creen que la política es el arte de los acuerdos, las negociaciones y la diplomacia.
Donde viven los monstruos (Spike Jonze, 2009): También en cartelera, la demostración de que la infancia está sobrevalorada si se la considera un refugio de inocencia y bondad. Como ha escrito nuestro compañero Diego Salgado, una película sobre la niñez pero no para niños, que no escatima en mostrar los sentimientos crueles y contradictorios que tiene un infante encarnándolos en los diferentes monstruos que le acompañan durante su aventura.
Aquí finalizan nuestras laicas recomendaciones para ver cine en estas fechas. Quizá, tras ver alguna de ellas, el término Felices Fiestas le resulte más pavoroso de lo habitual. Es una buena señal. Seguro que la próxima vez que lo diga también será con un poco más de conciencia. Aunque sea conciencia cinematográfica.
Felices Fiestas.