El pasado 15 de noviembre, Ignasi Guardans, director del Instituto de Cinematografía y Artes Audiovisuales, declaraba que en España existen demasiados festivales de cine y que el Ministerio de Cultura empezará a racionalizar los criterios con que se conceden ayudas para esos fines. Desde entonces, se ha desatado una auténtica batalla campal entre los responsables de estos eventos —233 registrados en el ICAA, que podrían ser el doble si se cuentan también semanas de cine y muestras— y las corporaciones municipales que los acogen y también los subvencionan.
En periodo de crisis, los ayuntamientos afrontan los presupuestos de 2010 con comprensibles restricciones, y las manifestaciones de Guardans han dado alas a la idea de que los festivales pueden ser una de las menos gravosas a nivel de imagen pública. Esto ha disparado todas las alarmas entre los directores de certámenes, hasta el punto de impulsar una coordinadora nacional con estatutos y una línea de acción común: una red de festivales.
Para los directores de festivales, “estos son la única manera de que los espectadores puedan ver otro tipo de cine y contribuyen a la diversidad cultural”. Sin embargo, no son pocos los que opinan asimismo que “ha habido una explosión de festivales que habrá que coordinar”. El hecho de que las ayudas del Ministerio únicamente llegarán a cuarenta y dos certámenes, sólo contribuye a la tensión entre los afectados, pues muchos de ellos son conscientes de que, sin subvenciones, no podrán seguir ejerciendo su labor cultural.