La comedia no llega por la vía del ridículo sino por las indecisiones y desequilibrios que provocan las actitudes de sus protagonistas para conseguir la felicidad que anhelan.
No se puede decir que Meryl Streep se halle en la tesitura de publicar un anuncio como en su día hiciera Bette Davis: “Actriz con dos Óscars busca trabajo”. La eterna nominada (en 15 ocasiones ha sonado su nombre como candidato al premio) lleva una excelente racha de rodajes habiendo encadenado cuatro películas en los últimos dos años con un balance interpretativo más que satisfactorio: Mamma mia, La duda, Julia & Julia y el título que nos ocupa.
En esta ocasión, se pone en manos de la guionista y directora Nancy Meyers (El padre de la novia, ¿En que piensan las mujeres?, Cuando menos te lo esperas), consagrada ya como una especialista en comedia romántica y capaz de sacar a sus rutilantes repartos las mejores interpretaciones. Sus guiones siempre tienen como protagonista central a la familia y los problemas y alegrías que conlleva, siendo esta una de las pocas veces que ha tocado de manera muy explícita la situación del divorcio.
En No es tan fácil nos narra la historia del ex-matrimonio formado por Jake y Jane, que parece vivir una reconciliación tras un encuentro sexual fortuito en la reunión familiar por la graduación de su hijo. Jake (Alec Baldwin) está convencido de que deben volver a mantener una relación, a pesar de que él se encuentra casado con la muy joven y guapa Agnes. Sin embargo Jane, parece haber encontrado el equilibrio en su vida en solitario que le hace dudar de esta apuesta. Además, la aparición de Adam (Steve Martin), el arquitecto que diseña la reforma de su casa, también le abre otras posibilidades.
Meyers plantea un muy eficaz guión que progresa a través de situaciones muy bien escogidas y justificadas. Una vez presentados los personajes y la situación social que permite este tipo de juegos sentimentales, la acción transcurre con una inusitada fluidez, excelentemente rodada hasta conseguir que la presencia de la cámara apenas sea advertida. De este modo, la mirada del espectador no deja de recaer en el trío protagonista, que trabaja a una excelente altura. Meryl Streep ataca su papel con la templanza y excelencia acostumbrada, Steve Martin hace gala de una contención inusual para servir al personaje bisagra de la historia. Y Alec Baldwin raya en lo sensacional dotando a su personaje de una credibilidad que culmina la trayectoria de un actor que nunca ha sido muy bien entendido.
El resultado es una gratificante comedia en la que, por fin, sus personajes no tienen que recurrir a absurdas actitudes adolescentes para ser divertidos. La psicología y actitud de cada uno de ellos es perfectamente justificable por la situación que viven y la comedia no llega por la vía del ridículo sino por las indecisiones y desequilibrios que provocan sus actitudes para conseguir el pedazo de felicidad que anhelan.
A partir del gag de la webcam (uno de los que será más recordado de la película), la cinta deviene en un hermosa media hora final, un slalom de emociones y renuncias que muestran la vertiente más sólida de sus personajes y a la vez la más gratificante de una directora y unos actores que entienden a la perfección lo que están contando.