Ayer falleció en París a los 89 años Éric Rohmer, uno de los cineastas franceses más relevantes del último medio siglo. Nacido el 4 de abril de 1920 en Tulle (Corrèze) como Jean-Marie Schérer, Rohmer fue profesor de literatura, periodista gráfico y hasta novelista (lo literario, y más en concreto lo dieciochesco, impregna su obra) antes de consagrar su vida al cine.
Primero como espectador asiduo de la Filmoteca gala —época en la que adoptaría su sobrenombre, combinación de los del director Erich von Stroheim y el novelista Sax Rohmer (creador de Fu-Manchú)—; más tarde, como crítico de cine en las páginas de Gazette du Cinema, La revue du Cinéma o la mítica Cahiers du Cinéma (para la que ejerció como redactor jefe entre 1957 y 1963).
Tras rodar varios largometrajes, en 1959 debuta en el campo del largo con El Signo del León; tres años, junto al también realizador Barbet Schroeder y la productora Margaret Menegoz, funda Les Films du Losange, compañía que auspiciará toda su filmografía, caracterizada por la sencillez técnica y presupuestaria, y el recurso a actores no demasiado conocidos y a equipos de filmación modestos, en línea con los postulados ideológicos de la Nouvelle Vague, que por aquel entonces concretaban con enorme libertad él mismo, Jean-Luc Godard, Claude Chabrol, François Truffaut y otros cineastas.
Basada en lo cotidiano, los diálogos, y las cuitas amorosas y veleidosas de protagonistas a menudo jóvenes, la obra de Éric Rohmer se ha dividido en su mayor parte en etapas muy definidas: la correspondiente a “Seis Cuentos Morales”, cuyos títulos son La panadera de Monceau (1962), La carrera de Suzanne (1963), La coleccionista (1967), Mi noche con Maud (1969), La rodilla de Clara (1970) y El amor después del mediodía (1972); las “Comedias y Proverbios”, que agrupa La mujer del aviador (1980), La buena boda (1981), Pauline en la playa (1982), Las noches de luna llena (1984), El rayo verde (1986) y El amigo de mi amiga (1987); y la última, llamada “Cuentos de las cuatro estaciones” y compuesta por Cuento de primavera (1989), Cuento de invierno (1992), Cuento de verano (1996) y Cuento de otoño (1998).
En sus últimos años de vida reduce su producción cinematográfica, aunque aún cabe destacar films como La inglesa y el duque (2001), Triple agente (2004) y El romance de Astrea y Celadón (2007).
Como ha señalado Guillermo Altares, “el cine de Rohmer está lleno de vida y de movimiento, en una variación constante sobre unas pocas notas: el amor, la esperanza y la desesperanza, la lucha por la pequeña y sin embargo enorme existencia cotidiana”. La honesta sencillez del realizador a la hora de afrontar tales aspectos, que a todos nos atañen, se cifra en estas sus propias palabras sobre su estilo: “Yo no digo, muestro”.