“He sido tocado por el destino. Soy su prisionero. Prisionero de mi propia conciencia.
El amor por la chica que siempre quise debe ser ocultado. Conmigo, siempre estará amenazada por aquellos que luchan contra mí. Sin ella, recorro un sendero solitario.
Mi historia siempre tratará de la pérdida de una chica… y todos los días me pregunto, ¿Cuánto tiempo podré soportar esta soledad?”
Se dieron un beso, y se separaron. Había optado por la responsabilidad, había dejado a un lado sus necesidades personales.
Esa actitud humana remarcaba una célebre frase de su tio (“un gran poder conlleva...”), y a la vez reflejaba la verdadera naturaleza del hombre araña. No le bastaba con enfrentarse al mal: tenía que hacerlo a costa de su vida.
Dos años después, estaba sólo. La brecha que se había abierto en su mundo, le había separado de Mary Jane. Su amigo Harry Osborn se había distanciado en su obcecación por vengarse de su alter ego. Y su tía May cada día estaba más preocupada. Los temores por la extraña vida de su sobrino se iban notando cada vez más en su relación.
Pero además, el incipiente éxito de Mary Jane, le recordaba diariamente su rostro. Repartidas a lo largo de su Nueva York, las carteleras le remarcaban qué había perdido, mientras él se dedicaba a repartir golpes en las calles a todo tipo de maleantes.
Había cambiado la mujer de su vida por una eterna pelea en los suburbios.
Y por su parte, en uno de los escasos contactos con Harry, éste le presentó al Doctor Octavius. Un entrañable científico al que le acaba saliendo mal uno de sus experimentos.Había nacido Doc Ock.
Si todo esto podría acabar con cualquiera, alguien más se estaba poniendo difícil. Su jefe Jameson, no paraba de despedirle del Daily Bugle. Lo hacía cada vez que se encontraban. Cada vez que Parker iba a entregar un trabajo. ‘Despedido’, una y otra vez.
Aunque a cambio, tampoco dejaba de contratarle.
A la fiesta se iba terminar uniendo su hijo, John Jameson. También con una función reservada en la vida del fotógrafo arácnido. Astronauta, regresó de la luna en sentido literal, y vovío a ella figuradamente al encapricharse de una encantadora pelirroja con la que empezó a salir con más y más regularidad.
Fácil saber quién. Una soñadora actriz con segunda vivienda en el corazón de Peter Parker.
2: el doble de...
Con todo esto están casi todos los personajes que rodean la vida del híbrido humano-arácnido. Pero aparte hay un coprotagonismo compartido con Spiderman al que no llegan ninguno de ellos. Hay una parte de la película, como del comic, que es tan esencial que no podría concebirse la creación de Stan Lee sin su existencia.
De esta forma, cuando se planteó la continuación de Spiderman, a la hora de buscar el elemento a enfatizar, todos acabaron coincidiendo: ni supervillano, ni amigo vengativo, ni amor imposible... lo que definitivamente hace falta es más Nueva York.
Era la ciudad que él siempre había defendido. En la práctica totalidad de sus edificios y sus monumentos, hay huellas de Spiderman, en muchos de ellos aún deben quedar restos de su telaraña que sus esmerados servicios de limpieza se afanan en retirar.
Él es un símbolo de la ciudad en la ficción. Cierto es que tiene varios, pero difícilmente puede haber uno más recordado que él.
Cuando un triste once de septiembre su perfil se vió mutilado, su sombra era una de las que se echaban de menos. Aprisionado entre viñetas no pudo romper la barrera que le separaba del lugar en que él debía estar haciendo algo por sus vecinos. Lejos de eso, una parte importante de su historia en la ficción iba a quedar suprimida de su primera gran aventura en el cine. La escena promocionada como trailer en todo el mundo, nunca llegaría a ser parte de la cinta.
Todo por una maldita injusticia. Él no podía haber hecho nada para evitarlo. Sus brazos de tinta no tenían tanta fuerza, sus telarañas no podían sacarle de la celda de papel desde la que contemplaba la desgracia con impotencia. Ahí era sólo un dibujo.
La forma en que ésta continuación pretende ahondar en el protagonismo de NY, es la de fomentar su presencia, su potencia como escenario. Incrementar al máximo el vértigo de sus rasgos y hacer de sus altos edificios, puentes y túneles el decorado perfecto para el delirio de la acción.
Desde el estreno de la primera parte muchas cintas habían tocado techo en efectos visuales. Había que subir el listón. Aparte de tres semanas íntegras dedicadas a filmar en varias localizaciones de la ciudad, desde tomas a ras de suelo hasta de sus tejados, los nuevos avances informáticos permitieron una mayor credibilidad en los edificios, que iba a traducirse en más posibilidades ganando consistencia. Y según Sam Raimi se logró “no una Nueva York absolutamente real, sino un tipo de ciudad de fantasía.”
Los encargados de fotografía fueron capaces de encontrar lo fantástico en la Nueva York que conocemos. “Entonces la concentramos y condensamos, así que te crees absolutamente que este es el mundo donde habita Spider-Man”. Un mundo hecho a su medida.