El ansia de poder unido a la consecuente falta de escrúpulos, y al elevado precio que se paga por ello, se dan cita en este sólido retrato familiar que nos propone el danés Per Fly en su debut con La herencia.
El mismo título del filme actua como pieza de arranque, desencadenando con ello una situación que pese a verse venir alcanzará límites insospechados. Todo comienza cuando Christoffer (Ulrich Thomsen), propietario de un restaurante, felizmente casado y hombre afable donde los haya, hereda la gran empresa de su padre tras el suicidio de éste. Las primeras decisiones no serán fáciles, sobre todo cuando llega a sus oídos que la siderurgia atraviesa momentos economicamente delicados. Christoffer tomará las riendas del negocio, no así las de su vida ya que poco a poco se verá sumido en una espiral de destrucción de la que le será muy difícil salir.
Si no fuera por la ruptura de dos o tres normas del astuto decálogo de Von Trier -Fly se vale de la banda sonora aunque es bien cierto que esta escasea- cualquiera diría que el filme pertenece al movimiento dogma. Sin ir más lejos, su actor principal ya probó las delicias del manifiesto en Celebración de Vinterberg. De hecho, La herencia consigue proyectar en el espectador esa sobriedad en la puesta en escena tan característica de éste cine para dejarse llevar más por la psicología de los personajes. Así, figuras como la madre castrante, la paciente esposa y demás ejemplos que pueblan este envolvente drama saben extraer con indudable oficio todo el jugo de un guión brillantemente expresado (premiado en el pasado Festival de San Sebastián) por todos los miembros del reparto.
Esto no impide, sin embargo, que el respetable adopte ciertas distancias a la hora de implicarse en la acción, dejando al protagonista solo ante su infierno personal, algo que sin duda buscaba su realizador.
Repleta de buenas interpretaciones y algo densa en sus resultados, La Herencia pone de manifiesto los peligros existentes en las grandes corporaciones y cómo los seres humanos son consumidos sin remisión por las garras del capitalismo más voraz. Cosas del poder.