Un producto que puede pasar por entretenido para aquellos espectadores que encuentren un extraño placer en cualquier tipo de comedia romántica.
Es sobradamente conocido el arraigo entre los norteamericanos la tradición de San Valentín, de ahí que no nos sorprenda esta comedia romántica coral ambientada en Los Ángeles durante la jornada de un 14 de febrero cualquiera, en la que se entrecruzan una decena de relaciones amorosas de todo tipo que abarcan distintas etapas de la vida, así como diferentes estados del enamoramiento.
El máximo atractivo de Historias de San Valentín es ver reunidos en un mismo cartel a destacadas figuras del Hollywood actual (sobre todo en lo que a féminas se refiere), un bastante completo dream team de actores y actrices que cuentan con sus minutos de lucimiento en una cinta que se ha creado para mayor gloria de sus intérpretes, así como del amor más almibarado y peliculero. No en vano dirige Garry Marshall (Pretty woman, Novia a la fuga, Princesa por sorpresa).
Si bien el arranque apunta hacia un entretenimiento liviano, lo cierto es que según avanzan las distintas tramas comenzamos a experimentar la indiferencia hacia alguna de ellas –la historia del niño, o la de los insufribles adolescentes universitarios–, mientras que aquellas que están hechas con mayor gracia –la de Julia Roberts y Bradley Cooper a bordo de un avión– pecan de excesivamente breves y apenas tienen relevancia dentro de un conjunto de dos largas horas de duración.
Asimismo, el peso de la narración recae durante demasiados minutos en el encargado de la floristería interpretado por el discreto Ashton Kutcher, desequilibrando la balanza y bajando varios enteros el interés de lo plasmado en la pantalla. En el polo opuesto, sólo Anne Hathaway logra momentos cómicos destacados, aunque se deba en gran medida a su expresividad, ya que el humor simple del guión no da para más.
La poca profundidad del resto de los personajes también es achacable a la pluma de quienes han elaborado el libreto de partida, y que intentando fijarse en Love actually (Richard Curtis, 2003) no han sabido reproducir los aciertos de aquélla, quedándose en las meras –e insuficientes– formas. Se nos plantean diversas situaciones, pero desde su mismo nacimiento surgen sin vida, ramplonas, predecibles y rutinarias. La capa adicional de cursilería y romanticismo bobalicón tampoco ayuda.
Todo ello no quita para que, por supuesto, nos hallemos ante un producto que puede pasar por entretenido para aquellos espectadores que encuentren un extraño placer en cualquier tipo de comedia romántica, por sosa y alargada que pudiera ser. A quienes esperen otra cosa, les remitimos a un extracto de la crítica de Roger Ebert, del Chicago Sun-Times: “Es una película ideal para una primera cita. Si a tu cita le gusta, no vuelvas a quedar con ella.” Sobran comentarios.