Si en la cinta original el centro de la trama era la complejidad familiar que se creaba tras la muerte y regreso del hermano militar, en la versión americana hay un mayor interés en la denuncia bélica.
De todos es sabida la afición que existe en Hollywood de repetir o trasladar a sus parámetros, a su industria, las películas que alcanzan cierta relevancia en otras filmografías para poder explotarlas en el mercado americano, tan reacio a consumir cine extranjero. Baste con citar como ejemplos Abre los ojos (Alejandro Amenábar, 1997) con Vanilla sky (Cameron Crowe, 2001) o The ring (Hideo Nakata, 1998) con La señal (Gore Verbinsky, 2002).
En este caso la obra trasladada al sistema americano es la danesa Hermanos (Susanne Bier, 2004), un intenso drama familiar excelentemente interpretado por el nunca suficientemente reseñado Ulrich Tomsen y la gran actriz Connie Nielsen, cuya belleza suele eclipsar su nivel interpretativo.
La original dirigida por Susanne Bier, una de las realizadoras del movimiento dogma planteado a finales del siglo pasado por el visionario Lars Von Trier, bucea en las entrañas de los sentimientos de unos personajes azotados por sus roles familiares y su pasado, así como por el espanto de la experiencia de la guerra.
Siendo un drama familiar, parece natural que Jim Sheridan se sintiese atraido por la historia. Sheridan es un tardío cineasta que se dió a conocer con la sorprendente Mi pie izquierdo en 1989. A partir de ahí sus peliculas siempre han indagado en los conflictos familiares, buceando en sus causas y cómo en las circunstancias externas se proyectan en sus miembros afectando a sus respectivos roles dentro de ella.
En esta ocasión, nos presenta a dos hermanos hijos de un veterano de Vietnam (Sam Shepard) muy opuestos. Uno de ellos (Jake Gyllenhall) es conflictivo y pendenciero y ha pasado una temporada en la cárcel. El otro (Tobey Maguire) es un soldado modélico que participa en misiones de guerra en Oriente Medio. La salida de la cárcel del primero coincide con la marcha del segundo a Afghanistán, donde lo dan por muerto tras un accidente de helicóptero. En su afán por agradar tras su salida de la cárcel, el hermano menor va tomando el papel de padre y marido para cubrir la ausencia repentina.
Si en la cinta original, el centro de la trama era la complejidad familiar que se creaba tras la muerte y regreso del hermano militar, con sus ramificaciones en la angustia que tal situación provocaba en todos sus miembros, en la versión americana hay un mayor interés en mostrar la parte de denuncia bélica desde el punto de vista de la presión a que están sometidos los hombres y mujeres que ejercen el oficio militar en primera línea.
La película pibota con interés entre ambos temas pero sin llegar a la angustia y profundidad que conseguía su original. Tobey Maguire ofrece un gran trabajo, muy estudiado, donde el componente físico y corporal tiene un papel muy relevante que supera con nota. Jake Gyllenhaal no termina de hacerse con el rol de sinvergüenza simpático que le toca, aunque se crece en las secuencias con Maguire. Natalie Portman por su parte pasa algo desapecibida en un personaje pasivo y pierde en la comparación con la Connie Nielsen de la cinta danesa.
El ejercicio comparativo de ambas cintas quizá sea paradójico de lo que a día de hoy son la industria norteamericana frente a la europea a la hora de afrontar un proyecto: efectismo y búsqueda de espectáculo frente a sobriedad y profundidad psicológica.