Sufre el clásico problema del director novel que desea dejar una impronta de su universo artístico.
El cineasta Denis Lee debuta con este largometraje que llega con dos años de retraso a las pantallas españolas. Su cortometraje Jesus Henry Christ (2003) le valió varios premios y el pasaporte para que una productora le apoyara en su salto al formato largo. Y por la puerta grande.
Tras cinco años de elaboración del proyecto, Luciérnagas en el jardín se estrenó con un reparto de ensueño para una ópera prima: Julia Roberts, Willem Dafoe, Emily Watson, Ryan Reynolds y Carrie Anne Moss. Esta es la primera circunstancia que deja entrever el largo trabajo y profunda creencia que todos los implicados tenían en el proyecto, un complejo drama familiar con ribetes poéticos que podía dejar a la vista algunas carencias del estamento familiar.
Pero, a tenor de lo visto en la pantalla, el proyecto ha debido tener varios puntos de fuga en su gestación que han dado al traste con su finalidad y su tono. En primer lugar, la desmedida ambición de su autor, Denis Lee, frente al guión y la cámara, sufriendo el clásico problema del novel que desea dejar una impronta de su universo artístico. Error. A fuerza de abarcar, el sentido de lo narrado se evapora entre imágenes elocuentes e interpretaciones sentidas.
Tal es así que la primera de las secuencias de la película, una discusión familiar durante un viaje en coche, tiene un inusitado número de planos, la mayor parte de ellos gratuitos, sin aportar nada a la narración, dando muestras de la comentada ansiedad del cineasta por impresionar.
Es muy probable que los productores, a medida que iban viendo el material rodado, fuesen sosegando a Lee, que planifica el resto de secuencias de un modo más sencillo, probablemente sacrificando parte del story-board preparado para su debut. También queda en evidencia que la cinta ha sufrido algún reajuste en la sala de montaje, pues personajes a los que se les supone un gran peso en la trama apenas aportan un par de secuencias relevantes, como es el caso del interpretado por Emily Watson.
El caso es que el resultado final es muy irregular a pesar de que se adivina en ciertos momentos mucha inspiración y cierto deseo de ajuste de cuentas con la institución familiar, ese nido de secretos y mentiras consentidas, que por una u otra circunstancia no ha podido quedar reflejado en la pantalla.
Incluso el infalible Willem Dafoe queda plano y superficial, desperdiciado en un papel que cuesta entender por qué físicamente tiene tan pocas diferencias entre la narración en presente y los flashbacks. Julia Roberts sigue teniendo una gran presencia en pantalla y Ryan Reynolds muestra un perfil dramático que le engrandece como actor por encima de su físico.