La conclusión dota de un nuevo significado todo lo presenciado durante la hora y media anterior.
Si las comedias románticas y los dramas sentimentales suelen ser bastante predecibles –y harto insufribles cuando hay que visionar unos cuantos con demasiada regularidad–, partiendo de la base del “chico conoce chica” para llegar al “...y vivieron felices para siempre”, suele ser de agradecer que una cinta inscrita en uno de ambos géneros se salte las normas no escritas de su elaboración y logre mantener el interés, aunque sea en grado mínimo.
Recuérdame es una película protagonizada por una pareja cuyas vidas por separado vienen marcadas por la reacción que tuvieron a dos grandes pérdidas que experimentaron en el pasado. En el caso de Tyler (Robert Pattinson) se trató de la muerte de su hermano mayor seis años atrás, hecho que le ha cambiado el carácter hasta convertirlo en un joven extremadamente temperamental y algo pendenciero a quien no le importa tener problemas con la justicia. En cuanto a Ally (Emilie de Ravin), su madre fue asesinada durante un atraco cuando era muy pequeña, y su personalidad intenta sepultar la pérdida bajo toneladas de optimismo y una cierta excentricidad.
El encuentro entre ambos veinteañeros supondrá el lógico flechazo en este tipo de filmes –con los momentos empalagosos de rigor–, pero también servirá para poner al descubierto de cara al espectador todas las miserias que orbitan alrededor de sus vidas cotidianas, especialmente en el caso del protagonista masculino: sus padres se divorciaron, dejando a su progenitor (un sólido Pierce Brosnan) bastante aislado en la torre de marfil que viene a ser su oficina, alejado de la interacción familiar necesaria para estar al tanto de los problemas escolares y personales de su desprotegida hija pequeña.
Como decíamos antes, se agradece que no se caiga en demasiados tópicos flagrantes, aunque haya varias escenas o diálogos donde cueste quitarse de encima cierto aire de artificiosidad camino a ninguna parte (las extravagancias culinarias de Ally, por ejemplo). También se deja espacio para que Robert Pattinson demuestre que hay vida interpretativa más allá de Crepúsculo –incluso se hace un pequeño guiño a la saga–, construyendo el retrato de un rebelde con causa empeñado en vivir el momento, ya que mañana puede ser demasiado tarde.
A la correcta dirección de Allen Coulter –director de Hollywoodland (2006), pero también de episodios televisivos de Roma, Los Soprano y Sexo en Nueva York– hay que añadir una buena fotografía, así como una acertada selección de temas musicales que complementan a la partitura de Marcelo Zarvos. Por no molestar, ni siquiera irrita la presencia del típico amiguete simpático del protagonista, que tiene un par de intervenciones divertidas.
Advertir, eso sí, de que esta supuesta historia romántica de adolescentes (pero que en el fondo trata bastante en serio sobre las carencias vitales de sus protagonistas y familiares) cuenta con un final inesperado que hará que la recordemos en el futuro, pero que no dejará indiferente a nadie: habrá quien se indignará pensando en el golpe de efecto fácil que supone, mientras que otros pueden considerar que ha valido la pena aguantar hasta ese momento, ya que la conclusión dota de un nuevo significado todo lo presenciado durante la hora y media anterior.