La vigésimo tercera aventura del agente secreto James Bond promete ser tan iconoclasta como las dos previas ya protagonizadas por Daniel Craig: Casino Royale y Quantum of Solace. La elección como director de Sam Mendes (Camino a la Perdición, Revolutionary Road) auguraba nuevas convulsiones dramáticas para un personaje que llevaba demasiado tiempo funcionando de manera formulaica.
Sin embargo, el estreno de la próxima película de 007 estaba previsto para el 18 de noviembre de 2011, y su producción está lejos de haber arrancado. De hecho, la productora y distribuidora de la franquicia, Metro-Goldwyn-Mayer, se halla inmersa en una situación kafkiana: depende para sobrevivir como empresa de créditos multimillonarios, pero su concesión está ligada a proyectos a los que aún no ha podido dar luz verde a causa precisamente de su falta de liquidez. Uno de ellos es El Hobbit. El otro, Bond 23.
A ello hay que añadir que el prestigioso escritor Peter Morgan —The Queen, El Desafío: Frost contra Nixon—, contratado por los productores Barbara Broccoli y Michael G. Wilson para ahondar como decíamos en los aspectos menos tratados de 007, ha decidido no seguir trabajando en el guión, que escribía junto a Neal Purvis y Robert Wade (habituales de la serie).
Sam Mendes no ha tardado ni un segundo en fichar, para reescribir el libreto esbozado por los anteriores, a Patrick Marber, dramaturgo y también guionista sobradamente conocido por sus textos para Closer y Diario de un Escándalo. La irrupción de Marber ha traído aparejado necesariamente un retraso en la producción de la película, que Wilson y Broccoli han aplazado sine die.