El efectismo se traslada a la práctica totalidad de las diferentes fases de este videojuego hecho celuloide.
La picardía de Luc Besson para facturar productos comerciales de rentabilidad asegurada en taquilla está más allá de toda duda. En esta ocasión el cineasta francés se limita a las labores de producción en un filme que también cuenta con argumento suyo, dejando la dirección en manos de su compatriota Pierre Morel, quien ya firmara la entretenida Venganza con Liam Neeson ejerciendo de padre coraje. Lástima que los resultados no hayan acompañado esta vez.
Desde París con amor está protagonizada por dos agentes secretos que trabajan para la embajada norteamericana en la capital gala, y que deberán desbaratar una acción terrorista que amenaza con poner en peligro la seguridad de los mandatarios que van a asistir a una cumbre internacional en la ciudad. Para conseguir evitar el desastre, los dos personajes tendrán que ir enfrentándose previamente a diversos grupos mafiosos o a traficantes de drogas que guardan alguna relación con su misión, recopilando la información necesaria para impedir que se produzcan muertes en dicha reunión.
Vista la efectividad de Venganza, no es de extrañar que Besson y Morel hayan optado por repetir ciertos detalles que funcionaban bien en aquélla: el telón de fondo de lujo que supone París, la acción desmadrada que se desata en cuanto aparecen los protagonistas –auténticos superhéroes sin capa–, así como todos los tópicos que suelen venir asociados a este tipo de thrillers trepidantes.
No obstante, hay una serie de detalles que hunden la película prácticamente desde su arranque. Destacar a un John Travolta en horas bajas, que aquí cambia de imagen radicalmente y se nos muestra bastante pasado de rosca (y al borde del ridículo cuando se exageran sus habilidades asesinas como héroe de acción, al estilo del Transporter de Jason Statham). Tampoco ayuda la poca verosimilitud de las escenas de combate –ya sean tiroteos, persecuciones en coche o por los tejados de la capital parisina–, que se llevan al límite y vienen subrayadas por una serie de cámaras lentas que mueven a la risa.
El efectismo, sin embargo, no se limita a la realización, sino que se traslada a la práctica totalidad de las diferentes fases de este videojuego hecho celuloide –ahora nos enfrentamos contra chinos, ahora contra pakistaníes, ahora contra maleantes franceses... que nos atacan de uno en uno mientras los demás esperan su turno–, ofreciéndonos agotadoras ensaladas de tiros salpicadas de puntuales detalles pensados para epatar a quien guste de distracciones poco elaboradas (la caída de cadáveres de mafiosos por el hueco de la escalera, sin ir más lejos).
Trepidante y dinámica en el peor sentido de dichos términos, la cinta va acumulando explosiones, artes marciales e intercambios de disparos coreografiados a la vez que intenta llamar la atención usando diálogos lapidarios y algo cínicos con ciertos toques de humor negro (y un guiño a Pulp fiction en boca del propio Travolta). El producto resultante es, no podía ser menos, un violento y delirante thriller urbano donde prima la acción por la acción.