La cámara escruta con atención las vicisitudes de la familia protagonista, que encarna la quintaesencia del medio rural.
Tulpan es una de esas obras que viene precedida por una fama internacional, devengada por premios en festivales cinematográficos como el de Cannes, el de Tokyo, el de Montreal o el de Gijón. Supone, por otro lado, el debut en el filme de ficción del documentalista Sergey Dvortsevoy. El realizador ha rendido, a través de esta meritoria producción, un homenaje a sus tierras de Kazajistán, mediante una historia de cariz hiperrealista centrada en una familia nómada. Y con ello Dvortsevoy ha conseguido una insólita conjugación: la tradición del documental con la sensibilidad relajada de un artesano clásico.
Largos planos secuencias, un ojo cinéfilo que se preocupa por los detalles a priori nimios, y una rotunda sencillez expositiva son las claves de la propuesta. Toda una titánica tarea de construcción cinematográfica para un director que merecería encontrar el aplauso de las audiencias, y que a través de paisajes agrestes, tropeles ovinos y unos personajes de excepción, relata la historia de un joven que lucha por obtener el amor de una mujer con quien formar una familia y un rebaño para poderse mantener.
Despojada de cualquier aparejo artificial, la cinta muestra una marcada ausencia de pretensiones intelectuales, que hibrida el humanismo con la hilaridad, la parodia con el retrato. La cámara parece ser un eje protagonista alternativo que escruta con atención las vicisitudes de la familia protagonista, que encarna a su vez la quintaesencia del medio rural.
Tulpan es por todo ello una obra emotiva y sorprendentemente cercana, que confiesa los orígenes de su realizador haciéndonos asistir a un fresco plagado de intenciones naturalistas, que despierta la empatía durante todo su minutaje, ya sea por su mosaico de personajes o por su sensible exposición de una serie de cuadros costumbristas del mundo agrario. Además, rechaza cualquier acercamiento a una banda sonora convencional: los cantos de sus mujeres así como los murmullos provenientes de la naturaleza son los que concilian imagen y sonido en una inusual alianza.