En 1975 se establecieron cuatro campos de refugiados en los desiertos estadounidenses. En ellos vivirían miles de vietnamitas que darían paso a una nueva generación de americanos. Green Dragon refleja la vida en uno de estos campos, a través de los ojos de Minh Pham (Trung Nguyen) un niño de seis años. Junto a su hermana y a su tío, Minh se irá adaptando a la utópica realidad del campamento, sabiendo que fuera del mismo, lejos de América, se está librando una guerra en la que sus padres están envueltos.
La película goza de una sensibilidad inusual, que refleja a la perfección la cultura vietnamita. No en vano la mayoría del reparto está compuesto por personas que realmente vivieron en Saigon, y que incluso estuvieron en el campamento donde se desarrolla la acción. No es el caso obviamente de Forest Whitaker, y Patrick Swayze, representación norteamericana en el film. El primero interpreta a un cocinero del campamento que inicia una bella amistad con el pequeño Minh a través de la pintura y la música.
Por su parte Swayze, en una destacada actuación, se mete en la piel de un sargento del Estado Mayor que intenta, sin lograrlo, empaparse de la cultura vietnamita y comprender a los refugiados para poder ayudarlos. Todas estas historias personales se entremezclan con el drama histórico de fondo que marca la Guerra de Vietnam.
A pesar de ser numerosamente reflejada en diferentes producciones, la guerra nos es mostrada aquí desde otra perspectiva menos común, ahondando en qué pasa después de las batallas, centrándose en los pequeños dramas humanos que se inician con la guerra pero que perduran aún después de acabar esta. Es de agradecer este enfoque que nos muestra un capítulo que tiende a ser olvidado, por más quefrente a estas buenas ideas y mejores intenciones, la película adolezca de ciertos fallos de forma y fondo. Especialmente la falta total de ritmo: sus 115 minutos se estiran y eternizan.