Puede que esta película pase a los anales de la chapuza en el cine haciendo que Ed Wood sea un cineasta respetable.
Lo que a priori podría ser una película o documental de gran interés, narrar la vida de Jesucristo desde un punto de vista exclusivamente histórico, se convierte en manos del realizador Emilio Ruiz Barrachina en uno de los engendros más chapuceros que se hayan podido ver en una sala de cine desde el inicio de los tiempos.
Podría concluirse aquí mismo esta reseña porque la calidad de El Discípulo no merece más esfuerzo por parte de nadie. Pero como se ha dicho en otras ocasiones, las malas películas son tan útiles para aprender sobre el cine como las buenas, así que trataremos de ser al menos un poco didácticos por si queda algún lector con interés.
El rosario de decisiones equivocadas que se han tomado en este proyecto es de libro Guinness. En primer lugar, realizar una ficción sobre el tema con tan escaso presupuesto es un suicidio. La vida de Cristo, ya sea desde un punto de vista revisionista u ortodoxo, ha sido tratado decenas de veces y con singular acierto en algunas de ellas, por lo que si se pretende revisar una vez más con escaso, escasísimo presupuesto, es más que obvio que el documental es un género donde hubiera cabido mucho mejor la propuesta.
En segundo lugar, el guión es digno de estudio como compendio de las torpezas en las que puede caer un guionista. Plantearlo como una serie de flash-backs sobre los episodios bíblicos más conocidos según los van narrando dos de los evangelistas a su escribiente, es una buena idea... si cada flash-back no repitiese lo que acaba de decir el propio evangelista y si no correspondiese a las archiconocidas etapas de la vida de Cristo que hemos visto ciento cincuenta mil veces antes. Porque aunque El Discípulo pretenda ser revisionista, no hace más que repetir apenas sin variaciones lo que ya sabemos, sin hacer especial hincapié en la diferencia planteada entre la versión religiosa del hecho y la histórica.
Tercero, cuando no hay dinero ni medios, hay que suplir las carencias con talento. El diseño y la dirección de producción son malos, espantosos, sonrojantes y dignos de un grupo de párvulos que montan por si mismos la función de Navidad en el colegio. Que un rótulo preceda a unas imágenes diciendo "Asentamiento Macabeo" y a continuación se vea a unos actores dispersos por la loma de un cerrete almeriense simulando actividades para hacer creer que aquello es un poblado (¡y además filmados desde abajo, sin salvar el desnivel del lugar de rodaje!); o que las Bodas de Caná se celebren ¡en una habitación con apenas quince personas!, la mayoría niños, ¡y estén durmiendo!, pueden conseguir que esta película pase a los anales de la chapuza en el cine haciendo que Ed Wood sea un cineasta respetable.
Cuarto, el único recurso medianamente original de la cinta, la utilización de música flamenca como banda sonora, se va rápidamente al garete porque es tan poca la música grabada que el resto de secuencias están cubiertas con música clásica elegida al azar, pero libre de cobrar derechos, como todos sabemos.
Lástima que los en otros tiempos sólidos Juanjo Puicorbé, Ruth Gabriel y Marisa Berenson se hayan visto engañados para participar en esta lamentable película que incluso falla en los títulos de créditos finales, donde se señala el nombre de la actriz neoyorquina como "María" Berenson. Para llevarlos a un juzgado de guardia.
Si algún espectador tuviera la desgracia de participar en la proyección de este bochornoso intento de hacer cine, tenga a bien enjuagarse el cerebro inmediatamente después y varias veces con Ben-Hur (William Wyler, 1959), La última tentación de Cristo (Martin Scorsese, 1988) o, porque no, La pasión de Cristo (Mel Gibson, 2004) por prescripción facultativa de este redactor.