La idea no es nueva, la hemos visto otras veces. El juego de la comunidad cerrada, con normas estrictas que en su perfección se alimentan de un pacto por esconder la mugre bajo las alfombras, ha tenido varios reflejos en el cine muchos de ellos tan discretos como éste. Buscar el ideal y fin soñado con los medios que representan todo lo contrario, como un detalle menor para llegar a la utopía, se replantean en este caso con un juego fácil, sencillo e ingenuo sobre la guerra de sexos. Feminismo y machismo dando paso a una mezcla en que ambos se suceden sin especial significado, encubriendose el uno al otro.
El envase de elegante tono clásico, dibujando el orden correcto que pide la cinta y en que todo transcurre bajo contenidos apoyos orquestales con reminiscencias a Danny Elfman –aunque no llegue a tanto David Arnold- acompaña los días de un imaginado pueblo de Conneticut, hacendo que junto a un plantel de primera se pueda intuir algo de mensaje. Percepción incorrecta que desconoce probablemente la trayectoria de guionista de Paul Rudnick, responsable de La familia Addams, Jeffrey e In & Out. Esta última, dirigida también por Frank Oz podría simbolizar uno de los más claros intentos de quiero y no puedo que ha dado la comedia de los últimos tiempos.
En el caso concreto, la idea de es que en Stepford los hombres son especialmente felices por sus imperfeccionables mujeres. Los recién llegados siempre contemplan el fenómeno con estupefacción, cosa que el espectador quizá podría hacer si toda la campaña promocional previa no hubiese desvelado el pastel. Lejos de eso, atenderá solamente a las reacciones de quienes sospechan que algo raro se cuece junto a tanta bollería fresca, y que el sueño de la mujer ideal merece unos cuantos golpes. Así que la obviedad del curso de los acontecimientos avanza con un estéril sentido del humor, los discursos que antes o después han de pretender hablar de valores y contravalores lo harán con la desgana propia de quienes sienten la proximidad de un final que cuesta de alcanzar, y si cuando este se aproxima hay que atravesar la lógica con una venda en los ojos para no preguntarse por el sentido de la fácil resolución, de cómo las mujeres que hacían cosas tan y tan extrañas terminan como terminan, este es sólo un precio que hay que pagar por evitar mayor carga de trasnochados discursos demagógicos agotadores.
Los reaccionarios y las mujeres Loreal llegarán donde todos sabíamos. Con la misma pericia de un buen telefilm.