Todo rezuma una corrección formal pero en ningún caso se deja descubrir un atisbo de asombro ni de poco ordinario.
El cine sueco ha dado muestras recientes de encontrarse en formidable estado, al menos en lo que a la taquilla se refiere. Una buena prueba de ello es la excelente cinta vampírica Déjame entrar, que ha demostrado que una historia de amor pre-adolescente entre un muchacho humano y una niña con colmillos puede ser mucho más que eso. También es de cita obligada la trilogía Millennium, que ha adaptado la imbatible tríada literaria de Stieg Larsson, autor que ha conseguido, a título póstumo, que los vagones del transporte público rebosaran ejemplares.
Fue precisamente Asa Larsson, con su novela Aurora boreal, quien dejó en vela toda una noche al escritor, con quien no comparte parentesco alguno pese a su apellido. Tal vez por eso la obra de Larsson autora haya logrado que su novela también se haya colocado en las listas de los best-seller internacionales y, si bien no ha llegado al éxito editorial del otro Larsson, ha engrosado una considerable suma. Como no podía ser menos, el cine sueco se ha encargado rápidamente de olfatear este nuevo fenómeno y se haya apresurado en trasladarlo al celuloide.
Si no hubiera sido por el fenómeno Larsson autor, probablemente nunca se hubiera llegado a estrenar un filme como Aurora boreal en nuestro país, pero aquí está. La cinta narra la investigación de la abogada (profesión que también ejerce la propia autora) Rebecka Martinsson, quien decide meter la nariz en el asesinato de un predicador por el cual la hermana de la víctima ha sido acusada de homicidio por considerarse la principal sospechosa. El trazado de sus pesquisas llevará a la abogada a descubrir que detrás del embrollo se esconde una misteriosa secta. Estamos pues ante otro fenómeno de la literatura criminal nórdica que parece estar funcionando a la perfección como reclamo publicitario.
Dirigida por Leif Lindblom, el filme supone un constante déjà vu para los que hayan visto alguna de las partes fílmicas Millennium, o al menos el primer jalón de la trilogía. También entronca con todos los elementos clásicos de la cinematografía del norte. Los personajes resultan gélidos y distantes, las mujeres son abatidas por sus hombres, el paisaje blanco inunda los fotogramas y la trama entretiene por momentos. No hay grandes méritos en la propuesta. No hay grandes errores.
Su maraña argumental baraja todas las pistas necesarias, incluida la narración de dos tiempos alternados para insuflarle vida al desarrollo de la historia. Asistimos también a los típicos maremotos eclesiásticos que envuelven polémicas relacionadas con el aborto y la homosexualidad. Los tiempos se manejan con suficiente soltura y, aunque cierto es que algunos momentos caen en la falta de emociones para un thriller de estos parámetros, su clímax final redime al conjunto del declive. Todo rezuma una corrección formal pero en ningún caso se deja descubrir un atisbo de asombro ni de poco ordinario. Tampoco le hace falta. Se ha concebido para lo que ha sido creada la cinta, para ser un mero producto funcional que apetecerá a los que hayan tenido en sus manos o delante de sus ojos alguna de las “maravillas” Larsson, autor y autora. Poco más.