Asomarse a la proyección de 'Sexo en Nueva York 2' considerando que en su origen no hay ningún motivo ni ambición cinematográfico es un alivio para el espectador ajeno a su fenómeno.
La secuela de Sexo en Nueva York (Michael Patrick King, 2008), es imposible que defraude a alguien porque ni su origen, una exitosa serie de televisión, ni su promoción, va encaminado a captar otro público que el que ya tiene. Esa honestidad hay que concedérsela. Además, la cinta está realizada exactamente por el mismo equipo que llevó a cabo la serie y la película original, no cabe pues esperar variaciones.
Asomarse a la proyección de Sexo en Nueva York 2 considerando que en su origen no hay ningún motivo ni ambición cinematográfico es un alivio para el espectador ajeno a su fenómeno, ya que nos deja libres de buscar referencias, giros, matices o medias vueltas a lo que está sucediendo en pantalla.
Una película como SNY2 está amortizada antes de que el director ordene dar el primer golpe de claqueta, y no precisamente porque esté asegurado que los fans vayan a abarrotar los cines tras su estreno, sino porque su existencia se debe a que sus productores han conseguido firmar los suficientes contratos publicitarios para llevarla a cabo holgadamente.
Así pues, SNY2 es únicamente un anuncio de 150 minutos de duración. Un anuncio de esos de perfume, glamourosos, de pareja que se encuentra en la Kasbah que, por cierto, los guionistas han fusilado sin miramientos. O de compresas, en los que la utilización de determinada marca concede grandes aires de libertad a sus usuarias. O de comida dietética, en los que la ingestión de determinado alimento te da varias horas de ligereza y gran actividad vital.
Son muchas las marcas que aparecen en la película al hilo, nunca mejor dicho, de su delgadísimo argumento. Desde la ropa de Dior hasta las patatas Pringles, todo los anunciantes que han puesto su dinero para que SNY2 se lleve a cabo, tienen sus segundos de gloria en la pantalla.
Así, sin quererlo, SNY2 entra en un inconsciente juego metanarrativo, ya que la trama (con perdón) de la película se centra en la invitación por parte de un jeque de Abu Dhabi a las chicas para que conozcan las excelencias de su país. Sin quererlo, SNY2 cuenta su propio génesis en sus imágenes, aunque este se encuentre debidamente maquillado por un falso discurso de liberación de la mujer y de la reivindicación de la madurez sentimental femenina.
Y es una pena que las mujeres que sientan algún afecto por las inocentes aventuras de estas cuatro chicas de Nueva York no salgan espantadas de los propios argumentos que éstas esgrimen como baluartes de libertad y autoafirmación, ya que encarnan justamente lo contrario de lo que pretenden: la exaltación del lujo, la frivolidad, el cuerpo, el dinero y la excentricidad frente a las capacidades de la inteligencia, la sensibilidad y la dedicación para enfrentarse a las dificultades sociales y sentimentales.