La creación de Jim Davis, ese gato naranja cuya filosofía se basa en la glotonería y pereza, es un producto de merchandising tan extendido que pocos no habrán visto nunca sus grandes ojos en algún cartel expresando una frase con aires de aforismo. Cuando un monigote llega a convertirse en instrumento decorativo que acompaña los cristales de los coches, es evidente que tiene tanto ganado en imagen, que antes o después ha de explotarla en todos los lados.
Ahora le toca hacerlo en el cine, aunque después de que sus viñetas apareciesen en miles de periódicos ya tuvo su propia serie de dibujos animados. La inevitable llegada a la gran pantalla, se hace aprovechando las maravillas de la animación y esos logros en cuestión de texturas que permiten perfeccionar en expresividad y pelajes auténticos, algo que hemos ido viendo desde Monstruos SA hasta la reciente exhibición de Shrek 2 y que hacen de este el momento idóneo para su llegada.
Con esos recursos, lo que se practicará es una fusión de la ‘realidad’ con el dibujo caricaturesco, claramente diferenciado del resto pero con el extraño mérito de que visualmente no resulte del todo grotesco. Si bien sus animales compañeros de trapisonda son de lo más normal y nada tienen que ver con sus rasgos exagerados, esa es una cuestión menor que tampoco supone problema alguno. No en vano, esta es una historia en que los animales hablan entre ellos...
En lo restante, lo cierto es que tratar de sacar más juicios de Garfield como película es algo gratuito. Concebida para el público infantil, su humor personificado en las declaraciones de intenciones del protagonista se podría acercar sólo puntualmente a los adultos que ejercen en la sala de pacientes acompañantes. Los niños a cambio encuentran un metraje muy contenido –no llega a los 80 minutos-, una trama entrañable y tópica con un malo que no llega a malísimo y que queda en un prescindible instrumento de la argumentación más sencilla con algunos rasgos propios de sus autores, los guionistas Joel Cohen y Alec Sokolow, artífices entre otras de Toy Story.
Como curiosidad, la interpretación del antagonista corre a cargo de Stephen Tobolowsky, el vendedor de seguros de la mítica Atrapado en el tiempo que en aquella se encontraba en cada uno de los días del encierro de Bill Murray, y que a su vez es quien pone voz a Garfield en su versión original (probablemente, y citando su anterior película, lo que se pierde en la traducción es su habitual carga de ironía que aquí se cambia por Latre y sus guiños característicos como el ‘raro, raro, raro’).
Por lo demás, desde las insulsas y planas interpretaciones de Breckin Meyer (Road Trip) y Jennifer Love Hewitt (Sé lo que hicisteis el último verano) como dueño del bicho y veterinaria respectivamente, hasta el desenlace con manada animal desaforada, todo pone en evidencia su uso limitado a los más pequeños para, entre movimientos del gato, sacarle más provecho económico a su desmedido ego. Simpático desde luego resulta.