Producida hace tres años, y retrasado su estreno una y otra vez en los últimos meses por no haber hueco en las salas 3D españolas para ella, "Scar" puede verse al fin. Por desgracia.
"Para decir que algo es una mierda no hace falta extenderse demasiado: basta con decir que es una mierda, y ya está". Este lacónico dictamen sobre Scar 3D por parte de un usuario de Filmaffinity, deja muy claro lo que vale esta película de terror con la brutal franqueza que un crítico de cine, supuestamente respetable, sólo puede permitirse a través de persona interpuesta. Al menos, el lector que se haya asomado a la presente reseña con el objetivo prioritario de saber si merece la pena pagar una entrada para ver Scar 3D, ya ha obtenido respuesta.
Por lo demás, hemos de aclarar inmediatamente que, si esta embarullada mezcla de torture porn a lo Hostel, body counter a lo Viernes 13 y whodunit a lo Prom Night es aborrecible, no se debe a constituir poco más que un pretexto para desplegar en pantalla un sadismo gráfico cuyo impacto, ya que estamos, queda muy atenuado por la artificiosidad de teatrillo recortable que aportan las tres dimensiones.
Los espectadores, pocos, con un mínimo de educación audiovisual, sabrán de la diferencia entre la provocación ante una cámara de determinados hechos, y su simple registro o, en un nivel más elaborado, su representación creativa, cultural; por lo que no tenderán a exigir a las imágenes, a partir de la suspensión de la incredulidad que invoca una ficción cinematográfica y nuestra consecuente implicación emocional con su desarrollo, ninguna obligación moral, sino únicamente estética. Todo lo demás son resabios timoratos fruto de la sumisión irreflexiva a prejuicios, tabúes y la simple cobardía ante ciertos aspectos del ser humano, que, no por mayoritarios en un determinado contexto sociohistórico, tienen más excusa.
Así pues, las imágenes escatológicas y agresivas deberían valorarse en atención a la coherencia, el talento, los efectos artísticos o antiartísticos a que aspiren, como se haría de ver una comedia romántica o una cinta de autor. Es la razón por la que Scar 3D resulta una experiencia tan poco provechosa: ni de la escasísima historia que se nos cuenta, en torno a una mujer que logró acabar años ha con un asesino en serie y ve cómo unos crímenes muy similares a los de entonces empiezan a producirse nuevamente en su pueblo; ni de su perdido reparto o sus muy grisáceos aspectos técnicos; ni de la filosofía del asesino y el complejo de culpa que crea en sus víctimas; ni de una escena cumbre de tortura a tres bandas que dura la friolera de diez o quince minutos, puede extraerse nada de verdadero interés.
Salvo la impresión de hallarnos ante un producto increíblemente derivativo y oportunista ya desde su eslogan, que apela al disgusto del aficionado por la censura en nuestro país de Saw VI. Aunque tal saga no tenga nada que ver argumentalmente con Scar 3D y, además, esta última llegue a los cines españoles pasados tres años de su realización, con el reclamo de haber sido rodada específicamente con la dichosa tecnología tridimensional; que solo deja más en evidencia la nimiedad formal de aquello que se pretendía realzar, al contrario de lo que sucedía en las recientes El Destino Final 3D y San Valentín Sangriento 3D. Y es que, aunque la mona se vista de seda...