Puede que el de Entrevista con un Vampiro fuera su papel más alejado del prototipo de chico bueno. Pero un buen día, Vincent, un frío asesino a sueldo, se cruzó en su camino y en una noche eterna, cambió la personalidad de Tom Cruise.
Canoso y con barba grisácea, incluso vistiendo un impecable traje había algo sucio que podía percibirse al coger aquel taxi. Su conductor, Max (Jamie Foxx), con doce años de experiencia viendo todo tipo de rostros por su retrovisor, lo debía haber apreciado antes. Lamentablemente, no hacerlo le convirtió en un instrumento más para acabar con los cinco testigos clave en un juicio contra un cartel de narcotraficantes.
Collateral, dirigida por Michael Mann (El último mohicano, Heat, El Dilema, Ali) lleva a la ciudad preferida de éste –Los Angeles– una noche de emociones al límite. Concebida sobre la base de un encuentro entre dos protagonistas que terminan unidos en un mismo engranaje, el viaje emocional que ambos emprenden supone uno de los grandes focos de interés de la cinta.
Su desarrollo se lleva en lo que su director entiende que es toda una condensación de un tercer acto –como si la introducción y el nudo se omitiesen para cargar más el desenlace– para presentarnos a quien estaba en el lugar y momento equivocado y acabaría por convertirse en rehén en su propio taxi, y a quien se disponía a hacer un trabajo de la forma más rápida posible sin preocuparse por quién pillaba en medio; ambos dando lugar a un equipo involuntario.
La evolución psicológica se manifestará en los dos ocupantes del vehículo, para llevar a Max del desasosiego inicial de sus recurrentes días de taxista, a una suerte de inspiración por el despiadado Vincent. Este, por su parte, tras años apretando el gatillo con una personalidad erosionada por la pólvora y la sangre, también se acabará encontrando con algo que no esperaba. Algo sigue latiendo dentro de su pecho, y la mera consciencia de esa circunstancia remueve su mundo.
Su dependencia de alguien que no ha presenciado jamás un crimen violento y cree tener un código ético, afectará a su solidez, y descubrirá y resquebrajará algo que Tom Cruise percibía sobre su imperturbable personaje: “Todo el mundo tiene un código moral con el que podemos estar o no de acuerdo. A Vincent le contrataron para un trabajo; su código moral exige que realice dicho trabajo. Es un profesional hasta la médula”.