Filme bien rodado, bien interpretado e incluso cumple el que suponemos debe ser su objetivo, el entretenimiento.
En los últimos meses hemos podido ver desfilar por la cartelera varias obras que proponían como epicentro argumental a un personaje canino. Ahí tenemos el filme de Lasse Hallström, Hachiko, o un producto adecuado para las épocas estivales que corren con vistas a contentar a un público familiar, Marmaduke. Ahora nos llega otra vuelta de tuerca a este subgénero de película con mascota incluida, esta vez con las formas propias de la comedia romántica francesa. Hablamos de Un regalo para ella.
En ésta, encontramos a un matrimonio francés asentado en la clase burguesa que se quieren y se adoran al cabo de cuatro años de su enlace. Jean-Pierre, como regalo de aniversario para su mujer, escoge un bulldog inglés, de nombre que ella acogerá como si de un hijo se tratara. A partir de este momento, el marido empezará a arrepentirse de su elección y la relación entre él y su esposa empezará a mermarse pues ella va demostrando progresivamente cierta preferencia por el animal en detrimento de su propio cónyuge.
Resulta desconcertante que dos directores franceses de alto rango como son Claude Berri y François Dupeyron (además, se trata de la obra póstuma del primero) escogieran esta obra para mancomunar su realización y los resultados sean tan tibios como agradables. Estamos ante de una de esas películas reservadas exclusivamente para los amantes de los canes, puesto que el espectador se ve abocado a una serie de secuencias donde su mundo es el verdadero motor de la acción. Asistimos a un desfile de perros de raza, a una peluquería canina sólo apta para dueños con posibles, a un gabinete especializado en el comportamiento animal (donde, por cierto, una de las grandes hace la aparición secundaria estelar obligada, Fanny Ardant)... y así hasta llenar unos ya de por sí escuetos 80 minutos.
Un regalo para ella es un filme bien rodado, bien interpretado e incluso cumple el que suponemos debe ser su ilustre objetivo, el entretenimiento, pero resulta profundamente melifluo todo lo que se observa en pantalla. Su argumento queda al descubierto transcurridos sus primeros quince minutos, los personajes parecen no poder más de sí mismos y su guión pretende emular a los grandes romances –tanto americanos como galos- sin conseguir alcanzar los niveles de aquellas cintas a las que pretendidamente decide rendir homenaje.
Una correcta sucesión de gags, dedicados casi en exclusividad al chucho, unos personajes satélite ridiculizados y una pareja que, eso sí, destila encanto, copan este producto. Aceptémoslo, pues, como lo que es pese a provenir de cuatro manos artesanas. Una comedia refrescante, con dosis de diversión, que se dedica a estirar un argumento mínimo hasta deformar su elasticidad y convertirlo en un producto absolutamente trivial que merecería haber gozado de mayor fortuna.