Le llegó la hora, Banner ya se ha desatado por todo lo alto. Ya puede comenzar su propia lucha con el hombre araña, con el que entre viñetas se ha cruzado alguna que otra vez, pero con el que ahora tendrá hacerlo en el podio de los récord en taquilla.
A este respecto, debería servir esta producción para meter presión en la segunda entrega de Spidey. Porque visto el resultado, lo cierto es que no sólo no tiene nada que envidiar al trabajo de Sam Raimi, sino que Ang Lee ha vuelto a sentar cátedra en un terreno nuevo para él. Y atendiendo a su filmografía, a los contrastes entre su Tormenta de Hielo y las peleas románticas de Tigre y Dragón -por poner sólo algún ejemplo reciente- y en cómo se ha metido ahora en un personaje del cómic como el del furibundo Hulk, hay que poner su nombre en una categoría especial de director a la altura de los grandes.
Evidente que bajo su consideración, no vamos a encontrarnos con un simple personaje que reviente paredes y salve damas en apuros. Que no va a darnos 5 minutos para justificar el poder descomunal y caminar hacia la hora y media para salvar al mundo. Su labor se ha centrado en la profundidad, en cómo recoger cientos de viñetas y distribuirlas en un ritmo estudiado, postergando lo justo el momento de liberación del Mr.Hyde vanguardista de Stan Lee, dejando libre en el momento preciso a una bestia de ojos humanos tan primitiva en su ira como humana en su mirada.
La compleja situación personal de Bruce Banner, contemplada globalmente como mandan los cánones de la película introductoria, se resuelve de forma progresiva mientras camina la trama. El espectáculo que da vida a un ser de desproporcionado tamaño que se convierte en poderosa víctima de un thriller, estalla en batalla final contra el impotente ejercito. Resolver entonces su situación personal, mantener en todo momento la historia de amor y encontrar la forma de darle un respiro lejos del mundanal ruido, son partes del que podría llegar a considerarse como mejor traslado de un cómic al cine con inevitable secuela, que cómo no esperemos tenga idéntico realizador.
En los últimos tiempos, y salvando alguna deshonrosa excepción, la conversión de viñeta a fotograma está haciendo felices a muchos fieles lectores. Ojalá dure la racha.