Hacia tiempo que no colgaba de una sala española una película 100% Disney. Una cinta blanca, sin disonancias, sólo con gente bienintencionada, con nada en peligro aparte de la virginidad de alguna protagonista, y que encima trata de enseñarte algo. Hacer algo así, hoy por hoy, es un suicidio fuera de Disney. Ya nadie es tan sensible como para emocionarse con la historia de cómo aprender a ser mamá. O no.
Con las tasas de natalidad por los suelos, actualmente el rol model de madre está más en crisis que nunca en Occidente. Las jóvenes no quieren oír hablar de Mujercitas, quieren Sexo en Nueva York. En Mamá a la fuerza, Helen Harris lleva una vida tan deliciosa como la de Carrie Bradshaw en Sex & the City hasta que de golpe tendrá que hacerse cargo de tres criaturas. En unos pocos días se verá expulsada de su eterna juventud para trasmutarse en la clase de persona que nunca ha querido ser: una madre de familia. Helen Harris podrá echar marcha atrás pero ya no querrá hacerlo. Algo ha cambiado en ella para siempre.
Lo interesante aquí es la verosimilitud y violencia con que se realiza el cambio de pasar de vivir para uno mismo a vivir para otros, el paso entre la psicología del joven a la del adulto. Es un proceso cotidiano y a la vez trascendental. El problema estriba en cómo contar solamente eso, sin que se te duerma la audiencia en los sillones. En mi caso, el director Garry Marshall superó el reto, aunque jugando con fuego.
Marshall, responsable de películas como Pretty Woman o Frankie & Johnny, tenía que haberse dado cuenta que no había trama para llegar a las dos horas de duración. Los primeros 45 minutos aburren a los adultos y hacen que los niños se tiren golosinas. Por fin, la sangre empieza a circular con la aparición, no me avergüenza reconocerlo, de John Corbett, Aidan Shaw en, una vez más, Sexo en Nueva York.
Mamá a la Fuerza, en contra de lo que pueda parecer el título (ramplona traducción de Raising Helen) y la campaña publicitaria, no es una película fácil. Con niños por en medio y una trama tan débil, los guionistas (argumento de Patrick J. Clifton y Beth Rigazio y guión de Jack Amiel y Michael Begler) podían haber optado por llenar el largometraje de gags facilones, pero no lo han hecho. Han tomado la decisión de ser rigurosos, de modular lentamente cada uno de los personajes, sean principales o secundarios, para tenerlos cargados de empatía en el último tramo. En una misma escena, el espectador consigue sentirse en la piel de la hija rebelde (Hayden Panettiere, hija de Ally en Ally McBeal) de una madre superada por las circunstancias (Kate Hudson, ganadora del globo de oro por Almost Famous) y de otra madre histérica/autoritaria (Joan Cusack, dos veces nominada al Oscar por Working Girl y In & Out). Al final del trayecto se despliega la respuesta a uno de los grandes enigmas de los hijos: cómo se puede llegar a ser tan plasta. Tan sólo por reivindicar seriamente a la madre moderna, Mamá a la fuerza ha valido la pena rodarse.