Es lícito que una pequeña productora como Big Beach Films pretenda repetir el éxito de una de sus películas como cualquier empresa repite y perfecciona la fabricación de sus mejores productos. El entusiasmo con que fue recibida Pequeña Miss Sunshine (J. Dayton y V. Faris, 2006), una pequeña producción llena de encanto y sintonía con el público y la crítica, mostraba una rendija por la que colar otro éxito. Afortunadamente, alguien en la compañía ha sido lo suficientemente inteligente como para no hacer una secuela.
El ejercicio realizado es muy interesante ya que se trata de un encargo a unos cineastas (directores, guionistas y actores) con los mismos ingredientes que la película original pero dando lugar a otra cinta distinta: un emprendedor, un niño, un fracaso sentimental, espíritu de autosuperación, una furgoneta y Alan Arkin. Un ejercicio digno de la mejor escuela de cine.
Y es preciso decir que el ejercicio ha sido superado. Si bien Sunshine Cleaning no alcanza la excelencia y alcance de humor y emoción que se vislumbraban en Pequeña Miss Sunshine, si tiene sus propios valores, ayudada por un guión escrito con acierto y el estado de gracia de dos actrices que sintonizan de un modo muy especial.
Sunshine Cleaning vuelve a incidir en esa clase media-baja estadounidense que intenta vivir su sueño de normalidad y éxito personal que les ha sido inculcado desde la infancia pero que, por algún motivo emocional o de inmadurez, se resiste a llegar. Es muy difícil que el espectador no se identifique con este tipo de personaje, pues todos cumplimos en cierta medida ese arquetipo, no haber llegado a ser lo que nos proponíamos o lo que nuestra juventud prometía. Si además el personaje está encarnado por una actriz con los registros y empatía de Amy Adams, el enganche es perfecto.
En esta ocasión se trata de Rose (Amy Adams), la jefa de animadoras de la escuela de Alburquerque, un símbolo entre las chicas de su generación que en su madurez se encuentra siendo madre soltera y amante del que fue su novio, un jugador de rugby, el guaperas de la escuela. Rose sobrevive limpiando casas y aguantando a su padre (Alan Arkin), un emprendedor nefasto y a su hermana (Emily Blunt), un desastre al que tiene que vigilar. Por si fuera poco su hijo es expulsado del colegio, no saben si por genio o por desequilibrado.
Todo parece encarrilarse cuando Rose decide aceptar la limpieza de escenarios de crímenes, un trabajo muy poco honroso para una chica pero que le proporciona beneficios. Como sucedía en Pequeña Miss Sunshine es de nuevo la asunción del destino propio, por extraño que este parezca a los demás, la clave para la realización personal y la restauración de las heridas y sentimientos quebrados en el pasado.
En el camino, Sunshine Cleaning deja unos retratos acertados de personajes y de una sociedad atrapada en su propio sueño de éxito que inutiliza a quienes no cumplen determinados parámetros sociales de normalidad. Y como en su antecesora, Pequeña Miss Sunshine, una solución que consiste en ponerse al volante de esa deteriorada furgoneta que es nuestra existencia y empujar con todas nuestras fuerzas, siempre recto, hacia adelante.