Una de las comedias más acertadas, brillantes y liberales que se han hecho en los últimos años.
Es una lástima que muchos espectadores sientan aún prejuicios hacia el actor Jim Carrey. No ha bastado que en su filmografía tenga alguna de las interpretaciones más agudas de los últimos años: El Show de Truman (Peter Weir, 1998), Man on the Moon (Milos Forman, 1999) y ¡Olvídate de mí! (Michel Gondry, 2004). Su faceta como caricato, su infinita capacidad de gestualización e imitación y su tendencia al exceso, si un guión y un director no lo controlan, quiebran constantemente su credibilidad como actor para mucha gente.
Jim Carrey es un actor de una rara estirpe, de los que aparecen muy pocos en cada época. De su raza han sido el magnífico Dick Van Dyke o el genial Jerry Lewis y, con unos años de maduración, el indiscutible Jack Lemon, un actor que podía pasar de la comedia al drama en una misma frase del diálogo.
Mientras esperamos que a Jim Carrey envejezca un poco más, coja unos kilos y pierda esa endemoniada flexibilidad muscular y facial, nos podemos alegrar de que de vez en cuando le lleguen guiones y personajes como los mencionados anteriormente y como el que protagoniza en esta cinta.
Basada hasta cierto punto en hechos reales, Phillips Morris ¡Te Quiero! narra la tragicómica y descacharrante vida de un impostor nato. Alguien que, acostumbrado desde la infancia a sobrevivir con la mentira de su familia biológica y la ocultación de su homosexualidad, convierte el engaño en un modo de vida, como quién decide ejercer una profesión para ganarse el sueldo.
De este modo, Steve Russell (Jim Carrey) se hace polícia en su ciudad natal, se casa con una buena cristiana, tiene una niña, lleva una vida social plena... hasta que descubre en los archivos policiales quién es su madre biológica. Rechazado una vez más por ésta, Steve se libera y empieza a utilizar sus dotes naturales para el engaño para llevar una vida de ensueño. De ensueño gay, que es bastante más cara.
Sus tretas terminan llevándole a la cárcel, donde termina de convertirse en un genio de la falsificación. Pero allí, casualmente, conoce a Phillips Morris (Ewan McGregor), el ser más adorable y bueno que ha conocido jamás. Ahora Steve tiene otra meta que lograr: salir de allí con Phillip y vivir nuevamente una vida de ensueño. Esta vez, juntos para siempre.
Escrita y dirigida por el tándem John Requa y Glenn Ficarra, autores también de la nada despreciable Bad Santa (Terry Zwigoff, 2003), la película es una de las comedias más acertadas, brillantes y liberales que se han hecho en los últimos años.
Dotada de un excelente ritmo y una galería de secuencias sin desperdicio (es notablemente divertida aquella donde el personaje declara su homosexualidad en voz en off), se le puede achacar la dulcificación que hace de temas tan peliagudos como el sexo en la cárcel, el afán por las apariencias, la delincuencia o el SIDA, pero no el chorro de humor y la infinita comprensión hacia un protagonista que en otras circunstancias resultaría altamente despreciable.
Porque si hay algo que defiende esta película rotundamente es la inquebrantable, insobornable y sobrehumana fe que el protagonista siente hacia la única cosa donde ha podido percibir una brizna de verdad a lo largo de su desequilibrada y engañosa vida: el amor de Phillip Morris.