El principal problema de la película es que no funciona en ninguno de sus registros.
A la hora de sentarse a visionar una comedia romántica con generosas dosis de acción, es obvio que por parte del espectador la calidad esperable del producto no es la misma que en otro tipo de propuestas cinematográficas más profundas. Si bien es cierto que una combinación tan atípica puede dar pie a pequeñas perlas como Mentiras arriesgadas (James Cameron, 1994), es más probable que lo que presenciemos en pantalla sea algo más chabacano, al estilo de cintas como Sr. y Sra. Smith (Doug Liman, 2005) o la más reciente Noche y día (James Mangold, 2010).
Con Robert Luketic –La madre del novio, 21 Black Jack o La cruda realidad– tras las cámaras, las expectativas menos halagüeñas acababan por materializarse, confirmándose su poca pericia a la hora de sacar adelante un producto que en principio no debía pasar de ser un simple entretenimiento veraniego, pero que jamás tendría que haberse convertido en una obra tan soporífera y mal realizada como ésta.
Killers nos presenta a un agente secreto del gobierno que un buen día conoce a la mujer de sus sueños. Tras casarse con ella abandonará su carrera como espía, pero un viejo enemigo ha puesto precio a su cabeza, y tendrá que enfrentarse a él si quiere disfrutar de una vida tranquila.
El principal problema de la película es que no funciona en ninguno de sus registros: la parte cómica apenas ofrece un par de escenas levemente graciosas, la vertiente romántica es plomiza y falta de interés, y todos los tramos dedicados a la acción carecen de elementos que nos atraigan realmente (el suspense acerca del villano de la función no tiene demasiada enjundia, y se descubre bien pronto. Por cierto, la explicación final es de juzgado de guardia). Gran parte de la culpa la tiene el soso libreto de Bob DeRosa y Ted Griffin, por supuesto, pero tampoco cabe desdeñar la alarmante falta de química entre los dos actores principales, unos Katherine Heigl y Ashton Kutcher que resultan ridículos por momentos.
Siguiendo la estela y el libro de estilo de tantas otras comedias románticas de éxito durante los últimos años, este filme contentará a quienes se aposenten en la butaca del cine sabiendo –y deseando– la que les espera, pero mucho nos tememos que ni a ellos se les escapará la falta de chispa de un guión plano y desaborido, que aburre durante buena parte de la proyección y hace buenos otros bodrios anteriores.