Es sorprendente lo que tiene de similar esta la última película de Peter Mulan –el actor protagonista de “Mi nombre es Joe”- con el género, llamémosle así, carcelario; obviamente no en ritmo ni tensión, pero sí en planteamientos y roles de personajes; veamos: tres chicas adolescentes con aparente “mala vida” son internadas en una dura orden de monjas para ver si con la fe son capaces de enderezar su vida.
Obviamente, como en toda películas carcelaria, los que están allí dicen que no han cometido ningún delito y que son inocentes; como no, no falta la figura del alcaide de la prisión, encarnada por la monja superiora de la orden, una autoritaria monja casi anciana que haría mearse a la Senorita Rotenmeiller con sólo una mirada; los alguaciles, aquí, son monjas de rango superior que vigilan a las chicas mientras lavan la ropa, como en la cárcel se vigilaba a los presos en la carpintería; tampoco falta el preso –la chica- que no puede soportar la presión ese ambiente rancio de autoridad y crucifijos e intenta el suicidio…
Por ello, “Las Hermanas de la Magdalena” –chocante Leon de Oro, que no es poco, en el último Festival de Venecia- no deja de ser algo a lo que le falta soberanamente algo: originalidad. Y no me refiero a que las monjas se metan droga ni vean dragones; el problema reside en que las acciones –para cualquiera que ha visto una mala película carcelaria- sorprenden muy poco; otro tema es del abuso de la fórmula: “voy a intentar escaparme-me pillan-y me meten la del pulpo”, por no hablar de la recreación del director en mostrar crudamente –una y otra vez- las vejatorias humillaciones a las que las monjas forzaban a estas “presas inocentes”, algo que aburre y no deja ser un “Impacto Tv” asquerosamente disfrazado de intelectualidad y progresismo –a través de la denuncia-, sin llegar al extremo de su paladín, el rey del esputo en wáter de recreativo Michael Haneken.