“Conquistar el miedo es el comienzo de la sabiduría”
Bertrand Russell, filósofo
Un espíritu similar al de esta cita, ha venido alimentando durante años a un armonioso pueblo del siglo XIX. En un entorno idílico, la vida sencillamente discurre por los cauces de la naturalidad. La comunidad sigue adelante, fortaleciéndose, creciendo. Con una sonrisa siempre dispuesta para mostrar al vecino. Olvidando otros vecinos.
El ya célebre M. Night Shyamalan, tras abordar la muerte, la fantasía del comic y la vida extraterrestre se plantea un nuevo tema. La relación miedo-comunidad, la capacidad para cerrar los ojos colectivamente, y bajo esa venda conjunta seguir adelante mirando a otro lado. Así, hasta que a uno de tantos miedos provenientes de la misma infancia, contenido por los deseos de la mayoría funcionando como consoladoras declaraciones paternales, se le viene a bajo su defensa. “Aquellos de quienes no hablamos” siguen ahí, donde siempre han estado. En cierta forma nunca había existido duda: si decidían dejar de respetar la distancia, en ese hecho arbitrario, el mundo sólido que la comunidad defendía, simplemente se vendría abajo.
Ojos que no ven...
El escenario en el que el director y guionista ubica la historia, pretende romper bruscamente una vida apacible con un miedo latente. Esa vida apacible se ubica en un lugar que funciona como protagonista, ubicado a finales del XIX, tras la guerra civil y antes de la industrialización, en un espacio temporal en que para Shyamalan no todo giraba sobre el dinero y ambición como los recurrentes temas que actualmente son.
Para una persona que realiza su trabajo cerca de su hogar, en un suburbio de Philadelphia, su predilección por ese tipo de vida sencilla es evidente, algo que vierte en la redacción de ‘El Bosque’ (dejando a un lado nuevas acusaciones de plagio que ya tuvo con Señales).
En esta ocasión, con la idea final de centrarse en lo que el amor puede hacer para crear y superar obstáculos, nuevamente busca la combinación de suspense y humanidad, algo que alcanzó sus mayores cotas en la invasión marciana de Señales donde, en mitad de todo el proceso, era capaz de revolver los entresijos de sus personajes y hacer de una situación excepcional un punto de inflexión con el que retomar sus vidas libres de cargas.
Aquí , conocedor de la afición de muchos espectadores a encontrarse con un reto, disfruta dándoles lo que desean a través de un suspenso incómodo. El bosque pretende capturar la atención del aficionado al cine reteniendo hasta el preciso momento toda la información. Nuevamente, sin olvidar la humanidad de sus personajes.
Entre ellos, repite con Joaquin Phoenix, quien ya fuera personaje central en su última película interpretando al hermano de Mel Gibson (aquí hijo de Sigourney Weaver). Su papel supone la aportación de curiosidad y decisión de cara a la ruptura del dogma cuya sociedad se ha dado para eludir males mayores. A su lado se encuentra Bryce Dallas como una bella y fascinante mujer ciega dotada de una sabiduría atípica, conformando un conjunto de cualidades totalmente desconocidas para el personaje de Phoenix. Y el triplete se completa con Adrien Brody (conocido por su magistral y oscarizada interpretación en El Pianista), que dando vida a un joven retrasado y compartiendo fascinación con Phoenix por la invidente, tendrá que afrontar un nuevo cambio en las reglas de su pueblo.
