Tras probar suerte y acertar, al menos en lo que a recaudación se refiere, con el terror teenager en El arte de morir, Álvaro Fernández Armero regresa al género con el que dio sus primeros pasos y en el que muestra más cómodo: la comedia.
El hilo argumental de El juego de la verdad, que no puede ser más simple y efectivo, gira entorno a la vida sentimental de dos parejas cuya amistad corre peligro cuando Ernesto (un Tristán Ulloa muy alejado de su registro habitual) se entera de que va a morir. Una vez superado el golpe, éste decide dar a conocer su último deseo: ni más ni menos que acostarse con la novia de su mejor amigo.
El guión de la película, escrito al alimón por Fernández Armero y Roberto Santiago, parte con prometedor arranque de una situación de equivoco muy socorrida en este tipo de comedias -no se desvela nada importante y que no cuente la propia sinopsis al decir que Ernesto sufre un falso diagnóstico- provocando con ello un cúmulo de reacciones en unos personajes obligados a adaptarse a los acontecimientos que se suceden a lo largo de la narración.
Ideada a modo de comedia de enredo, se nutre de un casting falto de equilibrio, en el que brilla con luz propia la mil veces demostrada vis cómica de Maria Esteve (atención a su primera aparición) y un sorprendente Oscar Jaenada (Noviembre) que sabe sacar todo el partido a su papel de “hijo de papá” alejado del tópico.
Más flojos aparecen Tristán Ulloa y Natalia Verbeke, a la que últimamente le adjudican el mismo rol de siempre, la mujer de la discordia, constante elección entre dos hombres (Días de fútbol,“El otro lado de la cama).
Es claramente contrastable que Fernández Armero domina los resortes de la comedia fresca y dinámica como ya hiciera en su ópera prima y mejor película hasta la fecha Todo es mentira (premio a quién encuentre un guiño referido a la película interpretada por Coque Malla y Penélope Cruz) o en su segundo trabajo Nada en la nevera. En esta ocasión, su director conserva excelentes escenas que despiertan el entusiasmo del espectador, no obstante, la cinta contiene ciertos detalles heredados de la comedia americana más patosa que se apartan del nivel alcanzado en no pocas secuencias francamente graciosas.
Por lo demás, el tramo final no está a la altura de lo prometido.