Dante ha querido atravesar el túnel del tiempo siendo engullido por sus intenciones.
Joe Dante siempre será recordado por clásicos ochenteros como los Gremlins, Piraña o El chip prodigioso. Su tratamiento de la aventura y la fantasía, con pinceladas livianas de terror, fue lo que le propició su éxito. Ahora, después de seis años apartado de los grandes estrenos, parece querer recuperar ese estilo que le caracterizó para rodar Miedos 3D y demostrar que se ha adaptado a los nuevos tiempos y, a la vez, erigir una defensa contra aquel cine terrorífico bienintencionado de bases genuinas.
Sin embargo, todas sus pretensiones se ven diluidas en este nuevo producto. Miedos 3D es un filme para satisfacer las audiencias puramente infantiles que se nutre de una historia que no puede funcionar a ningún nivel a día de hoy. Recurre al mito de la casa encantada a través de un extraño pozo que se encuentra en el sótano. Un nimio error desencadenará una serie de circunstancias anómalas en la vida de sus tres jóvenes protagonistas.
Lo que encontramos aquí es un guión melifluo que pretende ser una cinta de suspense y que desemboca en una caricatura poco afortunada del cine que caracterizó a su creador. Si bien Dante ha pretendido realizar un revivalismo de la aventura adolescente, finalmente se evidencia ante su propuesta que no ha sabido manejar una historia digna.
Carente de una estética fantástica efectiva –salvo quizás el tramo final- y de unos intérpretes solventes, Miedos 3D se transforma progresivamente en un filme tedioso, sin una mínima dosis de ironía o imaginación que congratule la inteligencia. Y es que Dante es incapaz de transmitir interés hacia las peripecias de sus quinceañeros protagonistas, amén de revelarse incapaz de insuflarle vida propia al conjunto. Lo que se observa, lo que se dice, lo que le otorga la categoría de película de miedo puede, incluso, provocar el sonrojo por conocer de antemano las manos artesanas que han moldeado el producto.
Queda deducir que Joe Dante ha querido atravesar el túnel del tiempo siendo engullido por sus intenciones vintage. Mediante unos recursos efectistas vistos y sin un ápice de imaginación que hubiera podido elevar su grado estulticia, queda patente que la insistencia en salvaguardar un cine primigenio y tosco debería haber caducado. Por si esto fuera poco, la única guinda contemporánea del filme, el uso de las tres dimensiones (este filme se salva de haber sufrido la conversión a posteriori ya que fue rodado en este formato), está completamente injustificado pues no encontrará el espectador ningún instante merecedor de la tecnología.