Charlo con un amigo que dice:
- "Yo no voy al cine. Es muy caro."
- "Tienes razón."
A continuación me cuenta cómo solventa su natural necesidad de ficción audiovisual en casa: reproductor-grabador multimedia HD con TDT y lector Blu-Ray con adaptador WiFi para conexión al PC, pantallas planas de más de 30 pulgadas o proyectores de más de 2000 ANSI lumens de resolución con paneles blancos retráctiles para la proyección, ordenador destinado únicamente a la descarga de contenidos, tarifa ADSL mensual, discos duros externos e internos de gran capacidad, cableado HDMI para vídeo y óptico para sonido, amplificador de señal WiFi, router mejorado, juego de altavoces Dolby 5.1...
- "Ya estoy mirando pantallas 3D." -continúa.
Como todavía estoy pensando en cómo se conecta todo lo anterior, contesto mecánicamente.
- "Eso es el futuro, tío."
- "Ya ves. Ayer estuve viendo esa de... La chica que se enamoraba de... los bidones de gasolina... sabes cuál te digo, ¿no?."
- "¿Te gustó?" -le sigo la corriente.
- "Lenta, pero la tía mola."
Entender el cine, no tiene nada que ver con el modo de ver el cine. Cualquier Víctima del Celuloide como yo ha criado su gusto por este arte en visionados a deshoras en televisores de baja calidad. Y eso no ha impedido reconocer a John Ford, Orson Welles o Akira Kurosawa como lo que son. Eso, afortunadamente, sucede.
Mientras mi amigo zapea esta noche en su sala de cine tuneada no es consciente de la batalla que se está librando tras las imágenes que ve. Le dije que el 3D es el futuro, pero no es cierto. El futuro es el streaming.
Internet ya ha modificado para siempre el modelo de espectador y de visionado. A las grandes productoras como creadoras de ficción se han sumado los fabricantes de hardware y software con sus sitios de contenidos a la carta. El zapping ha muerto. Es hora de elegir lo que quieres ver. Ya.
Hoy se ha presentado Apple TV, una cajita negra que cabe en la palma de la mano que, una vez enchufada a un monitor y a un ordenador, permite la reproducción de contenidos en alta definición desde el canal propio de Apple.
Google TV ya se anunció hace tiempo y se ha hecho público Sony TV, un sitio de contenidos al que se podrá acceder desde sus ordenadores, portátiles, consolas de juego y móviles. YouTube ya tiene su propio canal de cine y en Estados Unidos sitios web como NetFlix son todo un éxito, mientras que en España Filmin y FilmoTech se están abriendo hueco ofreciendo un servicio de videoclub a la carta por 10€ al mes.
El soporte digital también llegará a la sala de cine. Pronto se acabarán las románticas latas plateadas donde viajan las copias en celuloide de las películas. A los proyeccionistas se les entregará un disco digital en un sobre acolchado que meterá en un reproductor para ser emitido por un proyector modificado que simula el efecto de la luz traspasando los fotogramas. El espectador no notará la diferencia, como apenas nota la diferencia entre el sonido de un disco de vinilo y uno digital.
Y si una película puede ser proyectada en un cine con un disco, el siguiente paso es que llegue a través de un cable desde un potente servidor securizado que la productora tendrá en la planta baja de sus oficinas en Hollywood. Llegará un momento soñado para la industria del cine: los estrenos serán auténticamente simultáneos en todo el mundo. Llegarán por un cable a la hora exacta prevista, previo pago de los distribuidores.
Dentro de veinte años, mi amigo dirá:
- "Yo no voy al cine. Prefiero quedarme en casa viendo viejas películas en 3D."
- "Tienes razón."
- "Se ha perdido el encanto de ver el cine con tus gafas polarizadas. El romanticismo y la liturgia de sentarte a ver una buena película en 3D, tus gafas, tu sofá, graduar tus altavoces. Eso ya no se aprecia. Ahora vas a un menú con 6.000 películas y eliges lo que sea, la primera que pillas."
- "Es cierto. ¿Qué viste ayer?"
- "Avatar."
Los dos permaneceremos unos segundos en silencio.
- "Ya no se hacen películas como esa."