Ultimamente son muchas las producciones que se alargan hasta las dos horas con el obvio riesgo de dejar roncando en la oscuridad al infatigable comedor de palomitas. En tanto tiempo son muchas las posibilidades de acabar creando sopor y antes o después hacer perder el interés en la historia que se estaba contando.
15 minutos, es sin duda una película con ciertas contradicciones en cuanto al mensaje que quiere dar, está cargada de topicazos americanos que se exhiben sin pudor, y cuenta con demasiadas escenas espectaculares pseudo-circenses más propias de la época en que el público aún no había renegado del mazas Stallone. Sus personajes más que definidos están sobrecargados, y la relación entre algunos de ellos se crea con una espontaneidad incongruente que parece que haya dejado más metraje en alguna sala de producción.
Pero aún así, con la plena consciencia de todos sus defectos, conviene recordarse que no todas las películas son o pueden ser obras maestras, y esta cinta consigue el nada desdeñable propósito de entretener durante dos horas, con su rocambolesca historia de sensacionalismo aliñada por resquicios de adversión a los malvados comunistas rusos.
Con un montaje, fotografía y puesta en escena propios de la profesionalidad hollywoodiense, críticadas a menudo por aquellos que pierden horas de su vida con productos intelectualoides de vacía lentitud con la excusa de la pastoril hermosura de la escena, esta es una película recomendable para quien apueste por el entretenimiento sin complejos ni engaños, siempre y cuando no busque un objeto para sus disertaciones cinéfilas y vaya al cine a sacar defectos allá donde seguro que los encuentra.
Con un reparto de afamados actores -empezando obviamente por el siempre grande De Niro- en que Edward Burns asume excesivo protagonismo, esta historia de dos rusos que pretender rentabilizar sus delitos en el mercado de la telebasura americana -destacable la curiosa entrada en escena del actor conocido como "Fraser", en el papel de presentador de reality show- no consigue ni evitar el patriotismo más chovinista, ni la primitiva solución de la ley del talión. Aún así, el ritmo de la acción y la presentación de esta peliculera trama, tiene elementos para robar el interés del más escéptico.
Luego, ya fuera del cine, podrá ponerse a criticar la incultura de los malditos yankees, la debacle insoslayable del cine jolibudiense contemporáneo, y como el dinero corrompe la creatividad.
Pero seguro que es de las veces que menos ha dormido en el cine.