El resultado ya ha obtenido respuesta por parte de toda una legión de acérrimos incondicionales del original, despertando sus iras y haciendo que Besson acumule, en tan sólo unos meses, una horda de detractores.
El nombre de Luc Besson empezó a obtener resonancia internacionalmente gracias a filmes de décadas pasadas como El gran azul, Nikita o El profesional, la que es considerada por muchos su mejor obra. Enfrascado siempre en profusión de proyectos, su labor como realizador ha quedado parcialmente eclipsada, en favor de ofrecer sus servicios a otras producciones o de apadrinar el lanzamiento de nuevos talentos cinematográficos. En los últimos años parece haberse decantado por un cine mucho más liviano e infantil. Buena prueba de ellos son los dos jalones de los filmes animados de Arthur y su diminuto microcosmos.
Su última obra adapta un famoso cómic galo, escrito e liustrado por el notorio Jacques Tardi, sobre las desventuras de una intrépida reportera, de nombre Adèle Blanc-Sec, que además ejerce de arqueóloga, investigadora y un sinfín de profesiones más. Besson ha decidido adaptar el cómic mediante el cruce de diversas hazañas de la valiente fémina, condensándolas en su nueva propuesta. El resultado ya ha obtenido respuesta por parte de toda una legión de acérrimos incondicionales del texto y dibujo originales, despertando sus iras y haciendo que Besson acumule, en tan sólo unos meses, una horda de detractores. Lo cierto es que no es para menos.
Adèle y el misterio de la momia es una aventura planteada con una narrativa dislocada que no resulta destacable a ningún nivel, salvo tal vez la caricatura de unos personajes cincelados á la grotesque. Todo su metraje produce una sensación de lasitud constante sin lograr alcanzar ningún pasaje meritorio. El conjunto, además, sale gravemente malparado por su comediante neurálgico, Adèle Blanc-Sec. Besson le insufla un carácter altivo, irritante y profundamente desdeñoso que provoca más de una disconformidad en el espectador. Todo un despropósito tratándose de la heroína que saldrá ilesa de todas sus correrías a través del mundo que, dicho sea de paso, está formulada como una desafortunada mezcla entre Tintín e Indiana Jones, pero con tintes de insufrible rebeldía feminoide.
La peripecia no sólo no logra la emoción sino que obliga a la decepción, especialmente si atendemos a las manos que le han dado forma. Exánime en cuanto a entretenimiento, coherencia e imaginación, el adepto incondicional sólo podrá consolarse, pues, con la fotogenia de la protagonista o con unas bellas postales de un París de principios de siglo XX luminoso y acertadamente fotografiado. Su guión contiene secuencias de verdadero relleno, el tono de la acción se hunde en una tediosa carencia de color y las situaciones se amontonan con arritmia y alarmante inexperiencia.
Besson aquí se abandona a una insólita neutralidad. Estamosante una obra fallida que no logra un mínimo de diversión y que en su desenlace promete una inmediata secuela puesto que se pretende que el filme dé origen a una afamada trilogía. Tan solo cabe esperar que, si arranca esa futura continuación, supere a ésta.