Si tenemos que destacar a algo este producto teenager de palomita y refresco XL es su absoluta carencia de intenciones.
Hoy por hoy, cuando los sesudos publicitarios buscan los mejores modos y maneras para que el marketing logre ser tanto o más importante que la propia película, el número y la letra 3D parece ser de obligada mención en el título (amén de un buen eslogan que subraye la especialidad del filme). En este caso, Step Up 3D se vende como la primera película íntegramente rodada en tres dimensiones en Nueva York. Desde luego, no parece una mala publicidad. Si a eso le añadimos que sólo busca el favor de un sector potencial de público, la taquilla no debería tener demasiados problemas en producir beneficios.
¿Y qué es Step Up 3D? Muy fácil, una película hecha a medida de la nueva generación Fama, ¡a bailar! que ofrece unos adolescentes con cuerpos de infarto y abdominales esculpidas, unas coreografías y una producción musical excepcional, un ritmo audiovisual diseñado para que el ritmo cobre vida propia y un guión casi de chiste no apto para exquisitos del séptimo arte. Además, para quien desconozca el fenómeno Step Up, ésta es su tercera parte pues en España sus dos antecesoras pasaron con más pena que gloria, aunque en Estados Unidos la saga siempre ha contado con un público fiel.
Si tenemos que destacar a algo este producto teenager de palomita y refresco XL es su absoluta carencia de intenciones más allá de atender, eso sí, una sucesión de bailes espectacularmente rodados, donde el 3D sí demuestra su utilidad, conjugado con un ritmo vibrante de la acción que logra que traslade al espectador a una trepidante atracción de feria callejera. La escenografía, el vestuario street-hood de sus protagonistas o su filmación son sencillamente una arrolladora exhibición de que quién está detrás de las cámaras, Jon Chu, que sabe manejar con destreza y oficio la parte que concierne a la estética videoclipera (dicho sea de paso, Chu se encargará del próximo filme con el nuevo ídolo de masas adolescente, Justin Bieber: Zapatero a tus zapatos).
Pero claro, si la cinta consigue todo lo mencionado, que no es poco, los méritos acaban llegados a este punto y empieza su profusión de defectos. Para empezar, sus actores, sí, dominan el movimiento corporal provocando la insana envidia en el respetable; y sí, lucen músculo y palmito con absoluta soltura; y sí, son todos muy guapos y muy encantadores y encarnan el cliché a la perfección. Pero no saben articular más de tres palabras seguidas con un mínimo grado de convicción y denotan una alarmante falta de talento en lo que a interpretación dramática concierne.
La historia es prácticamente inexistente y sus diálogos no se merecen ni estar en la hora de recreo de un instituto. El producto, pues, sólo sirve para demostrar un argumento que nunca hemos visto en pantalla: mozo apuesta y moza apuesta bailan hasta la extenuación para demostrar al mundo sus veces artísticas y, de paso, se pegan cuatro buenos refregones. Si en el ámbito audiovisual todo está cuidadosamente construido y, dicho sea de paso, construye lo que el espectador espera ver (y en este sentido se supera), en el resto de niveles cinematográficos, Step Up 3D suena a despropósito rodado con extraordinaria megalomanía por mucho que logre alcanzar las expectativas de un producto de estos parámetros.
Pero quedémonos con lo bueno: no aburre, no se espera mucho más de ella y cuenta con casi una veintena de secuencias de baile rodadas con 250 jóvenes profesionales en 700 localizaciones neoyorquinas. ¿Alguien da más?