El guión debería haber sabido sacarle mayor provecho al protagonista cae en la propia robótica de su historia, haciéndose progresivamente más mate y frío.
Astro Boy apareció por primera vez a principios de los años 50 como un personaje manga del autor Osamu Tezuka, quien sentó las bases de la animación japonesa con el dibujo de unos enormes y expresivos ojos que caracterizaban a su primogénito. Ya en 1963, una serie en blanco y negro apareció en la televisión nipona con el protagonismo del párvulo héroe, cosechando ese mismo año un gran éxito en las cadenas estadounidenses. El personaje siguió gozando de gran popularidad gracias a dos series, estrenadas en diferentes décadas, que volvían a tener a Astro Boy como el niño-robot maravilla que ejercía de precoz salvador.
El éxito de la última de éstas, emitida en 2003, hizo que Astro Boy entrara a formar parte del Robot Hall of Fame junto con otros androides célebres de hitos del fantástico como La guerra de las Galaxias o El planeta prohibido. Ahora, es David Bowers quien se ha encargado de su traslación sobre papel y celuoide. Bowers es un habitual de la factoría Dreamworks y lleva años acreditando labores en cintas como ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, El principe de Egipto o Chicken run, por citar sólo algunas.
Como no podía ser de otra manera, un plantel de primeros actores prestan sus voces a los personajes de esta adaptación en su versión original con impecable resultado. A excepción de Nicolas Cage y Charlize Theron (quien hace las veces de narradora fugaz), la mayoría con poco eco en territorio patrio aunque poseen gran resonancia en EEUU. Kristen Bell, Freddie Highmore, Nathan Lane o Eugene Levy son los encargados de dar vida a sus caracteres animados, sin embargo, no son suficientes como para que la propuesta tenga el suficiente atractivo. Un guión que debería haber sabido sacarle mayor provecho al protagonista cae en la propia robótica de su historia, haciéndose progresivamente más mate y frío.
Debido a que el texto carece de la suficiente inteligencia como para sostener una premisa y un prólogo sorprendentemente maduros, asistimos a la construcción de una narrativa sin emoción. Se entretiene en exceso en secuencias vacías y diálogos redundantes que ralentizan el avance mediante una apuesta por la comicidad más fácil. Si bien el filme podría funcionar mejor mediante núcleos argumentales independientes, falla en la conjugación del humor y la aventura dignas de un público exigente, provocando que la suma de sus partes no logre un metraje equilibrado.
Visualmente conseguida -sin llegar al virtuosismo técnico-, Astro Boy declara, a cada paso, su lejanía de la liga animada capitaneada por Disney-Pixar pese a intentar acercarse a ella y, de paso, revela referencias explícitas a otros filmes de la imaginería colectiva. Su guión puede asemejarse a una relectura no confesa de una pieza como Inteligencia artificial, mientras que el protagonista resulta una versión mini de Superman con tintes de Pinocho, cómo ya hiciera en su día Steven Spielberg en su mencionada obra. Incluso el desenlace puede entenderse como una fórmula que toma prestada de las andanzas de Godzilla. Demasiadas influencias como para haberlas aunado en un único y novel esfuerzo.
Con todo, colorista y familiar como se dibujan sus formas, desarrolla buenas ideas aunque se alejen de la originalidad. Planteando un cúmulo de temáticas para las audiencias más menudas –con mensaje incluido sobre la amistad, la lealtad o la diferencia-, la cinta desempeña su labor aunque nunca resulta particularmente divertida.