Resultará mucho más fácil invertir dos horas en añoranzas a viejos mitos, comulgando de algún modo con algo de estilos afortunadamente caducos. A géneros como el que lograba ver música en ruidos trastornados y hacía las delicias de un público que, como mínimo, parecía algo inquietante. ¿Qué pasaba por sus cabezas -si pasaba- entre brincos de corte primitivo, golpeándose como rinocerontes en disputa, mientras letras de inspiración frenopática les llegaban al alma? ¿qué les pasa ahora ante este emotivo (supuestamente) recuerdo, al ver en idéntico tono cutre de filmado, el cruento relato de esos días?. Un misterio.
Pero sin introducirnos en esa siniestra boca de lobo a escrutar sus emociones, se hace necesaria una confesión: este documental tiene menos atractivo que una investigación audiovisual de National Geographic sobre el apareamiento de los búfalos en Australia. Más apropiada musicalmente, le llegaba más a un servidor -por mayor afinidad- el romanticismo rockero y frívolo de "casi famosos", otra forma de estrellato que, más estética y con mayor clase, vendía un tipo distinto de desmadre. Se hacía agradable y casi cercano, aunque partiese de una demagogia algo facilona al rock&roll. Pero esto... esto está reservado para unos pocos. Y ellos... pues que lo disfruten.